El principe Lestat - Anne Rice
de respiración. Solo que, cuando procede de ellos, suena como el ronroneo de un motor. Y esa es la señal, desde luego, para salir corriendo, a menos que quieras acabar quemado y convertido en un montoncito de finísimo polvo negro o en una pequeña mancha de grasa en el pavimento. Pero yo no huyo ante nada, y tampoco estaba muy seguro de querer seguir vivo en aquel entonces. Hacía poco que me había quemado la piel hasta dejármela de color marrón oscuro en el desierto de Gobi, en un fallido intento de acabar con todo, y si dijera que adoptaba de forma general una actitud temeraria me quedaría corto.
Además, había sobrevivido a muchos peligros; así que, bueno, ¿no iba a sobrevivir a un tropiezo con otro anciano? Yo conocía personalmente a las gemelas. Conocía a la Reina de los Condenados actual. ¿Acaso no contaba con su protección? Pero también sabía algo más en aquel entonces. Y era que mis canciones y mis vídeos rock, y el haber despertado a la Reina, habían provocado también el despertar de una serie de inmortales por todo el planeta: seres que nadie sabía con certeza quiénes eran. Yo solo sabía que andaban sueltos por ahí. Allí estaba, pues, caminando por Sunset Boulevard entre una densa
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Pero yo no huyo ante nada, y<br />
tampoco estaba muy seguro de querer<br />
seguir vivo en aquel entonces. Hacía<br />
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