El principe Lestat - Anne Rice
entrecortada—. Claro. Así se explica el antiguo misterio. Fuisteis vosotros quienes la fundasteis: un bebedor de sangre, un espíritu (como tú lo llamas) y ese fantasma al que amabas. Pero vuestros seguidores mortales, vuestros eruditos, ¿no habían de conocer nunca la verdad? Tesjamen asintió. —Nosotros fuimos los primeros ancianos de la Orden —dijo—. Y desde el principio fuimos conscientes de que los eruditos mortales que íbamos reclutando no debían conocer nuestro secreto, nuestra verdadera naturaleza. »Con los años, se nos unieron otros seres. Y creció el número de miembros
mortales, que a su vez atraían acólitos de todas partes. Como ya sabes, llegamos a establecer bibliotecas, casas matrices y lugares donde los eruditos mortales hacían voto de estudiar, aprender y no juzgar lo misterioso, lo invisible, lo intangible. Promulgamos nuestros principios seculares. Y pronto la Orden contó con su constitución, sus reglas, su rúbrica y sus tradiciones. Y con una vasta riqueza. Llegó a adquirir un vigor y una vitalidad que nosotros jamás habíamos previsto. Creamos el mito de los “anónimos ancianos” escogidos en cada generación entre los miembros comunes de la Orden, que gobernaban desde un lugar secreto y
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mortales, que a su vez atraían acólitos<br />
de todas partes. Como ya sabes,<br />
llegamos a establecer bibliotecas, casas<br />
matrices y lugares donde los eruditos<br />
mortales hacían voto de estudiar,<br />
aprender y no juzgar lo misterioso, lo<br />
invisible, lo intangible. Promulgamos<br />
nuestros principios seculares. Y pronto<br />
la Orden contó con su constitución, sus<br />
reglas, su rúbrica y sus tradiciones. Y<br />
con una vasta riqueza. Llegó a adquirir<br />
un vigor y una vitalidad que nosotros<br />
jamás habíamos previsto. Creamos el<br />
mito de los “anónimos ancianos”<br />
escogidos en cada generación entre los<br />
miembros comunes de la Orden, que<br />
gobernaban desde un lugar secreto y