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Nandín interrumpe la comida y le dice algo a Prim al oído.<br />
El general se tensa.<br />
INT. PALACIO BUENAVISTA (DESPACHO PRIM) - DÍA<br />
Moya está preparando unos papeles en la mesa del general<br />
cuando Prim entra hecho una furia, seguido de Nandín. Serrano<br />
ha convocado un consejo de ministros de urgencia. Todo<br />
parece indicar que pretende apartar a Prim de la presidencia.<br />
Ha estado recabando apoyos a sus espaldas. Prim ordena<br />
a Moya que acuartele las tropas de guarnición. Si Serrano<br />
se atreve a iniciar el cambio de presidente “le cojo por la<br />
cintura y lo arrojo a la calle por el balcón”.<br />
INT. PASILLOS CORTES - DÍA<br />
Serrano camina con paso firme por los pasillos de las Cortes<br />
acompañado por su fiel Pastor. Antes de entrar en el Consejo<br />
Serrano toma aire: su momento ha llegado.<br />
INT. CONSEJO DE MINISTROS - DÍA<br />
Serrano entra en el salón del Consejo. Los ministros se<br />
vuelven a su entrada y Topete intercambia una mirada comprometida<br />
con el Regente. Por unos instantes todas las miradas<br />
se fijan en él. Serrano conmina a los ministros a que ocupen<br />
sus asientos. Se trata de poner sobre la mesa un asunto importante<br />
y de extremada urgencia debido a la deriva que el<br />
país ha tomado tras los últimos acontecimientos. De pronto,<br />
una voz irrumpe a sus espaldas. “Por supuesto, todos estamos<br />
deseosos de que su excelencia nos aclare el motivo de la<br />
convocatoria de este Consejo extraordinario”. Se trata de<br />
Prim, presente en la sala aunque estratégicamente apartado<br />
del grupo de ministros. Serrano, sorprendido, se vuelve hacia<br />
él. Es evidente que la inesperada presencia del general<br />
le intimida. Las miradas se vuelven hacia él.<br />
INT. PASILLOS CONSEJO MINISTROS - DÍA<br />
Pastor y Moya, como responsables respectivos de las escoltas<br />
del regente y del presidente del gobierno, departen<br />
mientras el consejo está reunido. Pastor sabe de las<br />
trabas que pone Prim a la seguridad, ni siquiera permite<br />
que ninguno de los que le acompañan vaya armado. Como bien<br />
dijo Castelar, su religión es el fatalismo; tantas batallas<br />
sin haber recibido heridas de consideración le han hecho<br />
creerse casi invulnerable. Moya no niega que su trabajo<br />
sea difícil, pero le quita importancia al asunto delante<br />
de Pastor.<br />
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