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VIRGINIA

PRIM_web

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la noche del 27 fue Montesinos, que se hallaba calentándose en<br />

un brasero con los soldados que hacían guardia en la puerta de<br />

Floridablanca y que salió pitando en cuanto vio montarse al general<br />

en el carruaje.<br />

Ninguno de los asesinos gritó “¡Prepárate para morir!”. Ni<br />

Moya ni Nandín tuvieron tiempo de decir “Mi general, agáchese,<br />

que nos hacen fuego”, sino un mucho más escueto “Mi general,<br />

cuidado”. Los dos ayudantes de Prim coinciden, eso sí, en que<br />

antes de que los trabucos soltaran sus descargas, alguien gritó<br />

“¡Fuego, puñeta, fuego!”. Difieren, sin embargo, al identificar al<br />

dueño de esa voz. Moya no dudó en atribuírsela a Paúl y Angulo,<br />

pero Nandín aseguró que se trataba de una voz más “clara y<br />

delgada” (sic).<br />

Pero donde la versión oficial se aleja más de la realidad es<br />

en lo que sucedió después, cuando la berlina llegó al palacio de<br />

Buenavista.<br />

Galdós descubrió que Serrano impidió que el juez de instrucción<br />

viera a Prim. Averigüó también que la historia de la cota<br />

de malla no era cierta; si la esposa de Prim le instó alguna vez a<br />

que la utilizara, el general nunca llegó a ponérsela. Galdós está<br />

convencido de que Prim tampoco pudo subir por su propio pie<br />

las escaleras de su residencia. Sin duda es una imagen llena de<br />

heroísmo, pero la importancia de las heridas recibidas lo convierten<br />

en algo imposible. Casi tanto como pensar que decidiera<br />

mandar al almirante Topete, acérrimo montpensierista, a buscar<br />

a Amadeo a Cartagena, o que se ocupara en su lecho de muerte<br />

de asegurar una pensión para el regente y la concesión en propiedad<br />

del palacio en el que vivía. Lo más probable es que Prim<br />

muriera aquella misma noche del día 27 y que Serrano lo ocultara<br />

interesadamente durante tres días, hasta la llegada de Amadeo<br />

de Saboya, para en ese plazo hacer y deshacer y dejarlo todo<br />

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