DESACATO_MAG

Todo sigue igual. Como
seres de carne, hueso y varios
litros de sangre, parecemos
condenados a repetir ciclos. A
aceptar destinos, y con ello una
concepción del mundo impresa
de fábrica en nuestro inconsciente
que divaga por décadas
hasta encontrarse con lo inexorable,
lo infinito: Todo sigue
igual. “Nacidos para esto/andando
y viviendo en esto/muriendo
por esto”, decía Bukowski
con el fatalismo al fondo
de un vaso vacío. Castrados,
mutilados, desmembrados y
diluidos por las tradiciones
que los huesos hechos polvo
de nuestros ancestros encontraron
para reglar sus impulsos,
para contener sus temblorosas
e inseguras manos.
A veces sólo basta una
pincelada, una nota muerta
sostenida en el denso aire de la
putrefacción de la ciudad para
cambiarlo todo. Pequeños universos,
todos nosotros, que
pueden estallar en un mísero
segundo en que nos sentimos
totalmente liberados y eternos
ante la belleza. Al momento
en que cuestionamos, en que
vamos más allá y rompemos
el espejo, desafiamos milenios
de tradiciones y los reducimos
a lo que son: la nada misma en
el espacio cósmico, pura invención
egoísta y sostenida en
prejuicios. En reduccionismos,
en habladurías que hacían
sentir mejor pero no. Ya se
acabó, ya no existe y es hora
de imprimirlo de una vez para
que quede el registro de que,
por lo menos, lo intentamos.
En este número dedicado
a la carne, en realidad estamos
homenajeando la fibra
más pura del ser humano. El
hueso ya ha sido saqueado, la
sangre derramada y bebida.
Es la carne la que nos une, la
que nos gusta ver de vez en
cuando exhibida y latiendo
al aire. Hablar de morbo deja
de lado la contemplación pura
de la experiencia estética, y
hablar del placer sin más es
prescindir de la belleza de escribir
y describir. Carnívoro o
vegetariano, la carne está. Nos
encanta, nos divierte y nos
expone. Después de todo, ya
nada es igual después de ver tu
corazón palpitando en el suelo.