BUMERÁN CHÁVEZ
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manera que una nueva victoria asegurara al chavismo otros seis años en el poder, aunque los debiera completar un sucesor. Chávez llegó a la meta ocultando a los electores el mal estado que le obligaba a apariciones selectivas y mintiendo sobre la perspectiva de su nuevo mandato, que iba a nacer muerto. El esperpento de sus últimas semanas de vida, impropio de la trasparencia debida en una democracia, fue algo indigno para los ciudadanos de Venezuela. El Gobierno estuvo plagiando la firma de Chávez para nombramientos, cuando él era ya incapaz de realizarla, y ridiculizó el sentimiento sincero de miles de venezolanos cuando paseó el féretro por las calles de Caracas sin el cuerpo del finado dentro. Ni siquiera hubo acta de defunción pública, firmada por un médico, que diera cuenta de la causa, la fecha y lugar del fallecimiento. Chávez se había aproximado a Cuba en busca de los consejos de Fidel Castro sobre cómo consolidarse y retener el poder. De La Habana llegó la idea de las misiones sociales, una treintena de programas de ayuda a las clases menos pudientes, a las que mejoraban su condición al tiempo que facilitaban su control político. Gestionadas al margen de los ministerios sectoriales correspondientes, con financiación fuera del escrutinio parlamentario, como asistencia tenían más carácter de obra de caridad que de empeño por operar cambios estructurales. Chávez se preocupó de que el número de personas apuntadas a las misiones y el de trabajadores públicos alcanzara en conjunto al menos la mitad del censo: el discurso del chavismo siempre estuvo dirigido a esa mitad de Venezuela, enfrentándola con la otra media para espolear su resentimiento de clase. En una movilización meticulosa, con uso de medios gubernamentales, el oficialismo se encargó de
que quienes aparecían en sus listados de beneficiarios del Gobierno se vieran forzados a votar al régimen. Era el ventajismo, que incluía prácticas como el abuso del voto asistido, la amenaza de despidos, la negación del censo a la oposición… Pero eso solo fue una parte del truco electoral. Como aquí se desvela, en las presidenciales de 2012, las últimas de Chávez, y las de 2013, que tuvieron a Maduro como candidato, activistas del chavismo fueron los encargados de manejar en los centros electorales la maquinaria de identificación de electores y la de votación, en connivencia con el Centro Nacional Electoral (CNE). Eso facultó alimentar un sistema informático paralelo al del CNE que daba al oficialismo conocimiento sobre la evolución del voto durante la jornada electoral, con lo que podía reaccionar con movilizaciones de última hora o con la activación fraudulenta de las máquinas de votación. Ese sistema paralelo estuvo coordinado por Cuba. Dos figuras del chavismo han admitido privadamente que se falsificaron cientos de miles de votos para Maduro; es decir, que el opositor Henrique Capriles ganó las elecciones. Los enormes ingresos petroleros sufragaron una revolución bolivariana que se abrió camino a golpe de chequera: electrodomésticos y viviendas para sectores sociales afines, condonación de deuda a Cuba, ayudas a gobiernos ideológicamente próximos, compra de armamento a Rusia que convirtió a Venezuela en el mayor importador de armas de toda Latinoamérica… De ser una empresa estatal, pero al margen del Gobierno, Petróleos de Venezuela (Pdvsa) quedó integrada en la estructura de mando gubernamental y se embarcó en actividades más allá del negocio petrolero, como la construcción y la alimentación. Cuando lo requirió para sus
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manera que una nueva victoria asegurara al chavismo otros<br />
seis años en el poder, aunque los debiera completar un<br />
sucesor. Chávez llegó a la meta ocultando a los electores el<br />
mal estado que le obligaba a apariciones selectivas y<br />
mintiendo sobre la perspectiva de su nuevo mandato, que iba a<br />
nacer muerto.<br />
El esperpento de sus últimas semanas de vida, impropio de<br />
la trasparencia debida en una democracia, fue algo indigno<br />
para los ciudadanos de Venezuela. El Gobierno estuvo<br />
plagiando la firma de Chávez para nombramientos, cuando él<br />
era ya incapaz de realizarla, y ridiculizó el sentimiento sincero<br />
de miles de venezolanos cuando paseó el féretro por las calles<br />
de Caracas sin el cuerpo del finado dentro. Ni siquiera hubo<br />
acta de defunción pública, firmada por un médico, que diera<br />
cuenta de la causa, la fecha y lugar del fallecimiento.<br />
Chávez se había aproximado a Cuba en busca de los<br />
consejos de Fidel Castro sobre cómo consolidarse y retener el<br />
poder. De La Habana llegó la idea de las misiones sociales,<br />
una treintena de programas de ayuda a las clases menos<br />
pudientes, a las que mejoraban su condición al tiempo que<br />
facilitaban su control político. Gestionadas al margen de los<br />
ministerios sectoriales correspondientes, con financiación<br />
fuera del escrutinio parlamentario, como asistencia tenían más<br />
carácter de obra de caridad que de empeño por operar<br />
cambios estructurales. Chávez se preocupó de que el número<br />
de personas apuntadas a las misiones y el de trabajadores<br />
públicos alcanzara en conjunto al menos la mitad del censo: el<br />
discurso del chavismo siempre estuvo dirigido a esa mitad de<br />
Venezuela, enfrentándola con la otra media para espolear su<br />
resentimiento de clase. En una movilización meticulosa, con<br />
uso de medios gubernamentales, el oficialismo se encargó de