BUMERÁN CHÁVEZ
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Bajar al búnker Si de aquí sale alguna información, fuiste tú; aquí no hay nadie más». Mientras decía estas palabras, Hugo Chávez miró a los ojos a su ayudante personal. Leamsy Salazar le sostuvo la mirada. «Por supuesto, mi comandante», respondió sin que se le quebrara la voz. Chávez cerró el asunto con un «espero que así sea». Sabía que el joven había visto y oído demasiado, pero estaba seguro de que entendería la advertencia. Llamado al lado del presidente venezolano al poco de salir de la Academia Naval, para entonces Salazar comenzaba a tener evidencias de que la revolución chavista era un gran fraude; todavía tuvieron que pasar varios años –oiría y vería aún más cosas– para convencerse. Al final, cogido en medio de divisiones internas, decidió contar lo que sabía, y lo hizo desde donde más daño podía causar. Era la Semana Santa de 2007 (quizás de un año antes; Salazar no lo puede precisar) cuando el joven oficial fue testigo de cómo Chávez en persona negociaba con los cabecillas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) la compra de cargamentos de droga y la entrega a los guerrilleros de armas y otro material militar del Ejército venezolano con los que combatir al legítimo Gobierno de Bogotá. Chávez se recluyó esos días santos en una finca de Barinas, estado venezolano no lejos de la frontera con
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más». Mientras decía estas palabras, Hugo Chávez miró a los<br />
ojos a su ayudante personal. Leamsy Salazar le sostuvo la<br />
mirada. «Por supuesto, mi comandante», respondió sin que se<br />
le quebrara la voz. Chávez cerró el asunto con un «espero que<br />
así sea». Sabía que el joven había visto y oído demasiado,<br />
pero estaba seguro de que entendería la advertencia. Llamado<br />
al lado del presidente venezolano al poco de salir de la<br />
Academia Naval, para entonces Salazar comenzaba a tener<br />
evidencias de que la revolución chavista era un gran fraude;<br />
todavía tuvieron que pasar varios años –oiría y vería aún más<br />
cosas– para convencerse. Al final, cogido en medio de<br />
divisiones internas, decidió contar lo que sabía, y lo hizo<br />
desde donde más daño podía causar.<br />
Era la Semana Santa de 2007 (quizás de un año antes;<br />
Salazar no lo puede precisar) cuando el joven oficial fue<br />
testigo de cómo Chávez en persona negociaba con los<br />
cabecillas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de<br />
Colombia (FARC) la compra de cargamentos de droga y la<br />
entrega a los guerrilleros de armas y otro material militar del<br />
Ejército venezolano con los que combatir al legítimo Gobierno<br />
de Bogotá.<br />
Chávez se recluyó esos días santos en una finca de<br />
Barinas, estado venezolano no lejos de la frontera con