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Suplemento Cultural Tres Mil 21 de Noviembre de 2015

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Al pensar la palabra…<br />

Al pensar la palabra “self”<br />

en inglés, se recuerdan<br />

las tres primeras letras<br />

<strong>de</strong> sui-cidio (sí-caer/<br />

morir). El español opaca<br />

el término al volverlo idéntico <strong>de</strong> la<br />

afirmación, “sí/yes/self” y semejante en<br />

sonido a la condición “si/if”. Con-fusión<br />

ineludible si uno escribe y habla. El yo/<br />

self se diluye en la auto-confirmación <strong>de</strong><br />

su presencia y en el modo peculiar <strong>de</strong><br />

presentarse. El individuo se <strong>de</strong>fine en el<br />

reflejo imaginario que lo regresa a sí/self<br />

en un redoble en espejeo sin necesidad<br />

<strong>de</strong> la lengua. Una simple mirada le<br />

<strong>de</strong>vuelve su ser primordial invertido. El<br />

ser primordial en el cual se juega el ser<br />

<strong>de</strong>l individuo se llama feto o vida intrauterina.<br />

El verda<strong>de</strong>ro “sui/sí/self” se<br />

da en un repliegue que es un retorno al<br />

origen. Se dice que existe una soledad <strong>de</strong><br />

anfibio antes <strong>de</strong>l estar solo <strong>de</strong> Narciso y<br />

<strong>de</strong> la blancura <strong>de</strong> la página. La <strong>de</strong>solación<br />

humana sería tan profunda como la<br />

placenta y el líquido que hume<strong>de</strong>ce al ser<br />

antes <strong>de</strong> su erupción <strong>de</strong> la cueva materna.<br />

Esa cueva anticipa la tumba. El antenacer<br />

se emparienta con la muerte. Con<br />

una muerte que yace vigente siempre<br />

al interior <strong>de</strong>l sí/self, tan húmeda y<br />

penetrante como el aire materno que lo<br />

reconforta. Es el misticismo <strong>de</strong> la soledad<br />

originaria y final, el <strong>de</strong> la escritura. La<br />

falta <strong>de</strong> consonancia entre el continente<br />

que lo arropa y el contenido ínfimo que<br />

se protege La matriz que resguarda al<br />

embrión equivale a la tierra que recubre<br />

el cadáver; el feto palpitante, al cuerpo<br />

yacente que al <strong>de</strong>scomponerse regresa<br />

al humus. La escena <strong>de</strong> la escritura es la<br />

escena <strong>de</strong>l nacimiento y <strong>de</strong> la muerte.<br />

Al nacer y morir…<br />

Con el nacimiento y la muerte se<br />

inaugura la escritura. Antes <strong>de</strong>l grito<br />

primordial, luego <strong>de</strong>l último suspiro, hay<br />

tintes que manchan la página en blanco,<br />

que manchan el cuerpo. Se llaman la<br />

placenta, el humus. La escritura prece<strong>de</strong>,<br />

prosigue a la palabra. El habla refiere<br />

la pérdida. El grito <strong>de</strong>l recién nacido<br />

exclama la nostalgia por una cueva que se<br />

<strong>de</strong>rrumba. Una anilina lo arrulla solitario.<br />

Le tatúa las vocales, las letras horadadas<br />

<strong>de</strong>l alfabeto <strong>de</strong> la creación. El gemido <strong>de</strong><br />

la agonía <strong>de</strong>letrea la añoranza <strong>de</strong>l retorno.<br />

El regreso a una cueva que se cimienta.<br />

Otro colorante le apren<strong>de</strong> las consonantes,<br />

las cifras <strong>de</strong>l encierro. El alfabeto <strong>de</strong> la<br />

recreación. En ambos sitios <strong>de</strong>l silencio,<br />

cavernas oscuras y afónicas, al sí/self lo<br />

perfila la sombra. La simple sospecha <strong>de</strong><br />

lo que se asoma. La <strong>de</strong>l mundo que se<br />

abre a los ojos al brotar. Al nacer como<br />

humano; al renacer como flor. Es el lugar<br />

<strong>de</strong>l cuerpo inicial y conclusivo don<strong>de</strong> el<br />

sí/self se encuentra en lo mismo, en el<br />

sí-mismo. Ensimismado en su persona<br />

y fuera <strong>de</strong>l mundo. En otro mundo más<br />

íntimo y secreto. Es el lugar propicio <strong>de</strong><br />

la escritura que prece<strong>de</strong> y prosigue a la<br />

palabra.<br />

| Artículo |<br />

4 TRESMIL Sábado 14 / noviembre / <strong>2015</strong><br />

En la polis…<br />

En términos políticos, el retorno <strong>de</strong> la<br />

Muerte se llama re-volución. “¡Revolución<br />

o Muerte! Venceremos” reza el<br />

estribillo. La letanía no <strong>de</strong>speja qué y a quién<br />

se vence. Tal vez el i<strong>de</strong>al sea vencer a la<br />

Muerte, lo innombrable. Es una lucha contra<br />

sí-mismo, contra el self aparente. Contra<br />

un sí/self ficticio, trastocado por la luz <strong>de</strong>l<br />

mundo. En una sociedad siempre alienada,<br />

se lucha contra la propia sombra. Se riñe el<br />

reflejo opaco que perturba el verda<strong>de</strong>ro ser.<br />

Es una búsqueda <strong>de</strong> lo inmortal. Hay un más<br />

allá <strong>de</strong> la Muerte que se llama re-volución.<br />

Salvo que le falta el adjetivo, “sinódica”. La<br />

verda<strong>de</strong>ra re-volución es el venir conjunto,<br />

reiterado, <strong>de</strong> dos vías que se reúnen <strong>de</strong><br />

nuevo. Vuelven a juntarse el Nacimiento,<br />

la prima-vera, y la Muerte. Es el origen o<br />

lo conocido que regresa a la presencia. Es<br />

el término o lo re-conocido y previsible <strong>de</strong><br />

la misma presentación. En la escritura, la<br />

re-volución conjuga la abertura vocálica <strong>de</strong><br />

los inicios y el encierro <strong>de</strong> las consonantes<br />

al final <strong>de</strong>l camino <strong>de</strong>l humano. Es el doble<br />

testimonio <strong>de</strong> una vida antes <strong>de</strong> la vida y<br />

<strong>de</strong> otra vida <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la vida. Entre esos<br />

dos reinos <strong>de</strong> oscuridad recóndita, el alma<br />

se alza a la luz <strong>de</strong> la vida terrenal que es el<br />

exilio. Iluminado, <strong>de</strong>slumbrado por el Sol,<br />

el ojo humano se <strong>de</strong>scuida <strong>de</strong> sí/self en la<br />

superficialidad terrestre, en el Taltikpak.<br />

Olvida la vida cavernosa, anterior e interior,<br />

acuática y original. Sólo la verda<strong>de</strong>ra revolución<br />

sinódica la restituye al evocar su<br />

conjunción en compañía <strong>de</strong> la Muerte. La<br />

hace suya hasta que la enlaza con el objetivo<br />

mismo <strong>de</strong>l sí/self re-volucionario. La revolución<br />

es el sínodo <strong>de</strong> la página en blanco,<br />

sin tinta, con la penumbra <strong>de</strong> la letra. Es<br />

la piel tersa <strong>de</strong>l nacer <strong>de</strong>spojado <strong>de</strong> placenta<br />

y el humus mortuorio que lo reviste <strong>de</strong><br />

naturaleza hasta el fin <strong>de</strong> los tiempos.<br />

Entre la vida y la muerte, la página y la<br />

letra…<br />

El vaivén entre el día y la noche marca<br />

la alternancia, la Vida y la Muerte. Las<br />

tinieblas, la claridad. Entrada y salida <strong>de</strong> la<br />

caverna solitaria que <strong>de</strong>vora, mutila cuerpos<br />

a su ingreso. Los liquida al marcharse. Un<br />

conflicto guerrero se activa al instante <strong>de</strong><br />

la escritura. La letra mancha la página en<br />

blanco. Le confisca su luci<strong>de</strong>z <strong>de</strong> nieve.<br />

Como la planta, se nutre <strong>de</strong> la sustancia<br />

que la sostiene. Engulle el albor liso hasta<br />

absorberlo en una sombra líquida. A veces<br />

vaporosa <strong>de</strong> Muerte.<br />

Es la llegada <strong>de</strong>l invierno, el verano <strong>de</strong>l<br />

trópico. La estación marca la mortandad <strong>de</strong>l<br />

ser, el auge <strong>de</strong> un mundo reseco. Sin follaje<br />

ni adorno. La letra asfixia lo que nombra. Su<br />

estampa anula la hoja. El Día <strong>de</strong> Muertos<br />

se <strong>de</strong>cora <strong>de</strong> coronas, <strong>de</strong> flores amarillas.<br />

Vaticinan el cierre <strong>de</strong> la luz en lluvia. La<br />

grieta <strong>de</strong>l invierno es una garganta. La boca<br />

ingiere el alimento como las letras inva<strong>de</strong>n<br />

el papel. La escritura es el refugio <strong>de</strong> la<br />

página. El enclave opaco que la aniquila.<br />

Escribir es un acto <strong>de</strong>predador. Arruina la<br />

blancura <strong>de</strong>l silencio al medir su crueldad.<br />

La palabra la ensucia <strong>de</strong> tiña para que una<br />

afonía <strong>de</strong>negada apoye la mancha y el<br />

sonido. Viceversa, la tierra palpitante, la<br />

página <strong>de</strong>predadora se viste <strong>de</strong> nieve en el<br />

invierno mate. Como polvo blanco <strong>de</strong> norte<br />

a sur, la hoja prohíbe que toda letra y vegetal<br />

se esparza. Decreta el silencio. La mu<strong>de</strong>z<br />

sólida acalla el crimen. El asesinato hace<br />

que la palabra surja cada primavera <strong>de</strong> las<br />

DE LA<br />

ESCRITURA<br />

Rafael Lara-Martínez<br />

New Mexico Tech,<br />

soter@nmt.edu<br />

Des<strong>de</strong> Comala siempre…<br />

tinieblas <strong>de</strong>l silencio. Es la guirnalda que<br />

adorna el Día <strong>de</strong> la Cruz. Cada mes <strong>de</strong> mayo,<br />

la primicia frutal <strong>de</strong> la letra se da en ofrenda<br />

al renacimiento. Es el óbolo nutritivo <strong>de</strong><br />

cuyo sacrificio brota la lengua. Entre la<br />

velluda hojarasca <strong>de</strong> la letra y el otoño sin<br />

flor <strong>de</strong> la página.<br />

Sea que la escritura prescriba el invierno<br />

hosco <strong>de</strong> la página, vaticine su floración<br />

colorida, una vocación <strong>de</strong> crimen envuelve<br />

la palabra. En su doble faz, la palabra se<br />

escribe sobre el pergamino <strong>de</strong> una piel<br />

tatuada. La articula la boca lacerante que<br />

alimenta al ser en su lesa humanidad. La<br />

que besa y muer<strong>de</strong> y mastica.<br />

Política <strong>de</strong> los astros…<br />

Que la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> re-volución no la inventa la<br />

política es la enseñanza <strong>de</strong> los astros. Las<br />

estrellas son el primer alfabeto <strong>de</strong> lo natural.<br />

Gobiernan el renacimiento y el repliegue <strong>de</strong><br />

la fauna. El brotar y el <strong>de</strong>shojarse vegetal.<br />

En espejeo anual, el tiempo <strong>de</strong> los planetas<br />

y <strong>de</strong> la flora ofrece la imagen<br />

primaria <strong>de</strong>l cambio. La<br />

alternancia <strong>de</strong> las estaciones.<br />

El ciclo diurno y nocturno<br />

<strong>de</strong>l sol. El sínodo <strong>de</strong> Venus,<br />

la natividad y el término. Las<br />

fases <strong>de</strong> la luna anuncian las<br />

mareas menstruales. Rigen<br />

la reproducción animal y<br />

humana. A la fertilidad la obligan a copiar<br />

las esferas celestes. Todo es imitación<br />

y remedo. La prima-vera, el camino<br />

inaugural <strong>de</strong>l tiempo, señala la floración.<br />

La abertura <strong>de</strong> las vocales líquidas que<br />

<strong>de</strong>jan transitar el aire. El empuje natural <strong>de</strong><br />

las plantas al brotar y fructificar. La fauna<br />

se multiplica y la naturaleza prosigue el<br />

ejemplo <strong>de</strong> los astros. La tierra revive ante<br />

la pulsión <strong>de</strong> la lluvia, <strong>de</strong>l trueno, <strong>de</strong>l rayo<br />

luminoso que quiebra el cielo. Insemina<br />

la tierra. La página se colma <strong>de</strong> letras e<br />

imágenes coloridas. Es la temporada <strong>de</strong><br />

las revoluciones políticas y <strong>de</strong>l renuevo.<br />

Como la primavera, la revolución y la<br />

escritura prometen la resurrección <strong>de</strong> los<br />

muertos. El renacer en sazón propicia<br />

<strong>de</strong>l ser humano. Su antónimo, la ari<strong>de</strong>z<br />

también avanza al ritmo <strong>de</strong> las esferas<br />

celestes. La rige el sol quien marchita el<br />

retoño. La pulsión refulgente <strong>de</strong> sus rayos<br />

Sigue en página 5/

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