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Al pensar la palabra…<br />
Al pensar la palabra “self”<br />
en inglés, se recuerdan<br />
las tres primeras letras<br />
<strong>de</strong> sui-cidio (sí-caer/<br />
morir). El español opaca<br />
el término al volverlo idéntico <strong>de</strong> la<br />
afirmación, “sí/yes/self” y semejante en<br />
sonido a la condición “si/if”. Con-fusión<br />
ineludible si uno escribe y habla. El yo/<br />
self se diluye en la auto-confirmación <strong>de</strong><br />
su presencia y en el modo peculiar <strong>de</strong><br />
presentarse. El individuo se <strong>de</strong>fine en el<br />
reflejo imaginario que lo regresa a sí/self<br />
en un redoble en espejeo sin necesidad<br />
<strong>de</strong> la lengua. Una simple mirada le<br />
<strong>de</strong>vuelve su ser primordial invertido. El<br />
ser primordial en el cual se juega el ser<br />
<strong>de</strong>l individuo se llama feto o vida intrauterina.<br />
El verda<strong>de</strong>ro “sui/sí/self” se<br />
da en un repliegue que es un retorno al<br />
origen. Se dice que existe una soledad <strong>de</strong><br />
anfibio antes <strong>de</strong>l estar solo <strong>de</strong> Narciso y<br />
<strong>de</strong> la blancura <strong>de</strong> la página. La <strong>de</strong>solación<br />
humana sería tan profunda como la<br />
placenta y el líquido que hume<strong>de</strong>ce al ser<br />
antes <strong>de</strong> su erupción <strong>de</strong> la cueva materna.<br />
Esa cueva anticipa la tumba. El antenacer<br />
se emparienta con la muerte. Con<br />
una muerte que yace vigente siempre<br />
al interior <strong>de</strong>l sí/self, tan húmeda y<br />
penetrante como el aire materno que lo<br />
reconforta. Es el misticismo <strong>de</strong> la soledad<br />
originaria y final, el <strong>de</strong> la escritura. La<br />
falta <strong>de</strong> consonancia entre el continente<br />
que lo arropa y el contenido ínfimo que<br />
se protege La matriz que resguarda al<br />
embrión equivale a la tierra que recubre<br />
el cadáver; el feto palpitante, al cuerpo<br />
yacente que al <strong>de</strong>scomponerse regresa<br />
al humus. La escena <strong>de</strong> la escritura es la<br />
escena <strong>de</strong>l nacimiento y <strong>de</strong> la muerte.<br />
Al nacer y morir…<br />
Con el nacimiento y la muerte se<br />
inaugura la escritura. Antes <strong>de</strong>l grito<br />
primordial, luego <strong>de</strong>l último suspiro, hay<br />
tintes que manchan la página en blanco,<br />
que manchan el cuerpo. Se llaman la<br />
placenta, el humus. La escritura prece<strong>de</strong>,<br />
prosigue a la palabra. El habla refiere<br />
la pérdida. El grito <strong>de</strong>l recién nacido<br />
exclama la nostalgia por una cueva que se<br />
<strong>de</strong>rrumba. Una anilina lo arrulla solitario.<br />
Le tatúa las vocales, las letras horadadas<br />
<strong>de</strong>l alfabeto <strong>de</strong> la creación. El gemido <strong>de</strong><br />
la agonía <strong>de</strong>letrea la añoranza <strong>de</strong>l retorno.<br />
El regreso a una cueva que se cimienta.<br />
Otro colorante le apren<strong>de</strong> las consonantes,<br />
las cifras <strong>de</strong>l encierro. El alfabeto <strong>de</strong> la<br />
recreación. En ambos sitios <strong>de</strong>l silencio,<br />
cavernas oscuras y afónicas, al sí/self lo<br />
perfila la sombra. La simple sospecha <strong>de</strong><br />
lo que se asoma. La <strong>de</strong>l mundo que se<br />
abre a los ojos al brotar. Al nacer como<br />
humano; al renacer como flor. Es el lugar<br />
<strong>de</strong>l cuerpo inicial y conclusivo don<strong>de</strong> el<br />
sí/self se encuentra en lo mismo, en el<br />
sí-mismo. Ensimismado en su persona<br />
y fuera <strong>de</strong>l mundo. En otro mundo más<br />
íntimo y secreto. Es el lugar propicio <strong>de</strong><br />
la escritura que prece<strong>de</strong> y prosigue a la<br />
palabra.<br />
| Artículo |<br />
4 TRESMIL Sábado 14 / noviembre / <strong>2015</strong><br />
En la polis…<br />
En términos políticos, el retorno <strong>de</strong> la<br />
Muerte se llama re-volución. “¡Revolución<br />
o Muerte! Venceremos” reza el<br />
estribillo. La letanía no <strong>de</strong>speja qué y a quién<br />
se vence. Tal vez el i<strong>de</strong>al sea vencer a la<br />
Muerte, lo innombrable. Es una lucha contra<br />
sí-mismo, contra el self aparente. Contra<br />
un sí/self ficticio, trastocado por la luz <strong>de</strong>l<br />
mundo. En una sociedad siempre alienada,<br />
se lucha contra la propia sombra. Se riñe el<br />
reflejo opaco que perturba el verda<strong>de</strong>ro ser.<br />
Es una búsqueda <strong>de</strong> lo inmortal. Hay un más<br />
allá <strong>de</strong> la Muerte que se llama re-volución.<br />
Salvo que le falta el adjetivo, “sinódica”. La<br />
verda<strong>de</strong>ra re-volución es el venir conjunto,<br />
reiterado, <strong>de</strong> dos vías que se reúnen <strong>de</strong><br />
nuevo. Vuelven a juntarse el Nacimiento,<br />
la prima-vera, y la Muerte. Es el origen o<br />
lo conocido que regresa a la presencia. Es<br />
el término o lo re-conocido y previsible <strong>de</strong><br />
la misma presentación. En la escritura, la<br />
re-volución conjuga la abertura vocálica <strong>de</strong><br />
los inicios y el encierro <strong>de</strong> las consonantes<br />
al final <strong>de</strong>l camino <strong>de</strong>l humano. Es el doble<br />
testimonio <strong>de</strong> una vida antes <strong>de</strong> la vida y<br />
<strong>de</strong> otra vida <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la vida. Entre esos<br />
dos reinos <strong>de</strong> oscuridad recóndita, el alma<br />
se alza a la luz <strong>de</strong> la vida terrenal que es el<br />
exilio. Iluminado, <strong>de</strong>slumbrado por el Sol,<br />
el ojo humano se <strong>de</strong>scuida <strong>de</strong> sí/self en la<br />
superficialidad terrestre, en el Taltikpak.<br />
Olvida la vida cavernosa, anterior e interior,<br />
acuática y original. Sólo la verda<strong>de</strong>ra revolución<br />
sinódica la restituye al evocar su<br />
conjunción en compañía <strong>de</strong> la Muerte. La<br />
hace suya hasta que la enlaza con el objetivo<br />
mismo <strong>de</strong>l sí/self re-volucionario. La revolución<br />
es el sínodo <strong>de</strong> la página en blanco,<br />
sin tinta, con la penumbra <strong>de</strong> la letra. Es<br />
la piel tersa <strong>de</strong>l nacer <strong>de</strong>spojado <strong>de</strong> placenta<br />
y el humus mortuorio que lo reviste <strong>de</strong><br />
naturaleza hasta el fin <strong>de</strong> los tiempos.<br />
Entre la vida y la muerte, la página y la<br />
letra…<br />
El vaivén entre el día y la noche marca<br />
la alternancia, la Vida y la Muerte. Las<br />
tinieblas, la claridad. Entrada y salida <strong>de</strong> la<br />
caverna solitaria que <strong>de</strong>vora, mutila cuerpos<br />
a su ingreso. Los liquida al marcharse. Un<br />
conflicto guerrero se activa al instante <strong>de</strong><br />
la escritura. La letra mancha la página en<br />
blanco. Le confisca su luci<strong>de</strong>z <strong>de</strong> nieve.<br />
Como la planta, se nutre <strong>de</strong> la sustancia<br />
que la sostiene. Engulle el albor liso hasta<br />
absorberlo en una sombra líquida. A veces<br />
vaporosa <strong>de</strong> Muerte.<br />
Es la llegada <strong>de</strong>l invierno, el verano <strong>de</strong>l<br />
trópico. La estación marca la mortandad <strong>de</strong>l<br />
ser, el auge <strong>de</strong> un mundo reseco. Sin follaje<br />
ni adorno. La letra asfixia lo que nombra. Su<br />
estampa anula la hoja. El Día <strong>de</strong> Muertos<br />
se <strong>de</strong>cora <strong>de</strong> coronas, <strong>de</strong> flores amarillas.<br />
Vaticinan el cierre <strong>de</strong> la luz en lluvia. La<br />
grieta <strong>de</strong>l invierno es una garganta. La boca<br />
ingiere el alimento como las letras inva<strong>de</strong>n<br />
el papel. La escritura es el refugio <strong>de</strong> la<br />
página. El enclave opaco que la aniquila.<br />
Escribir es un acto <strong>de</strong>predador. Arruina la<br />
blancura <strong>de</strong>l silencio al medir su crueldad.<br />
La palabra la ensucia <strong>de</strong> tiña para que una<br />
afonía <strong>de</strong>negada apoye la mancha y el<br />
sonido. Viceversa, la tierra palpitante, la<br />
página <strong>de</strong>predadora se viste <strong>de</strong> nieve en el<br />
invierno mate. Como polvo blanco <strong>de</strong> norte<br />
a sur, la hoja prohíbe que toda letra y vegetal<br />
se esparza. Decreta el silencio. La mu<strong>de</strong>z<br />
sólida acalla el crimen. El asesinato hace<br />
que la palabra surja cada primavera <strong>de</strong> las<br />
DE LA<br />
ESCRITURA<br />
Rafael Lara-Martínez<br />
New Mexico Tech,<br />
soter@nmt.edu<br />
Des<strong>de</strong> Comala siempre…<br />
tinieblas <strong>de</strong>l silencio. Es la guirnalda que<br />
adorna el Día <strong>de</strong> la Cruz. Cada mes <strong>de</strong> mayo,<br />
la primicia frutal <strong>de</strong> la letra se da en ofrenda<br />
al renacimiento. Es el óbolo nutritivo <strong>de</strong><br />
cuyo sacrificio brota la lengua. Entre la<br />
velluda hojarasca <strong>de</strong> la letra y el otoño sin<br />
flor <strong>de</strong> la página.<br />
Sea que la escritura prescriba el invierno<br />
hosco <strong>de</strong> la página, vaticine su floración<br />
colorida, una vocación <strong>de</strong> crimen envuelve<br />
la palabra. En su doble faz, la palabra se<br />
escribe sobre el pergamino <strong>de</strong> una piel<br />
tatuada. La articula la boca lacerante que<br />
alimenta al ser en su lesa humanidad. La<br />
que besa y muer<strong>de</strong> y mastica.<br />
Política <strong>de</strong> los astros…<br />
Que la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> re-volución no la inventa la<br />
política es la enseñanza <strong>de</strong> los astros. Las<br />
estrellas son el primer alfabeto <strong>de</strong> lo natural.<br />
Gobiernan el renacimiento y el repliegue <strong>de</strong><br />
la fauna. El brotar y el <strong>de</strong>shojarse vegetal.<br />
En espejeo anual, el tiempo <strong>de</strong> los planetas<br />
y <strong>de</strong> la flora ofrece la imagen<br />
primaria <strong>de</strong>l cambio. La<br />
alternancia <strong>de</strong> las estaciones.<br />
El ciclo diurno y nocturno<br />
<strong>de</strong>l sol. El sínodo <strong>de</strong> Venus,<br />
la natividad y el término. Las<br />
fases <strong>de</strong> la luna anuncian las<br />
mareas menstruales. Rigen<br />
la reproducción animal y<br />
humana. A la fertilidad la obligan a copiar<br />
las esferas celestes. Todo es imitación<br />
y remedo. La prima-vera, el camino<br />
inaugural <strong>de</strong>l tiempo, señala la floración.<br />
La abertura <strong>de</strong> las vocales líquidas que<br />
<strong>de</strong>jan transitar el aire. El empuje natural <strong>de</strong><br />
las plantas al brotar y fructificar. La fauna<br />
se multiplica y la naturaleza prosigue el<br />
ejemplo <strong>de</strong> los astros. La tierra revive ante<br />
la pulsión <strong>de</strong> la lluvia, <strong>de</strong>l trueno, <strong>de</strong>l rayo<br />
luminoso que quiebra el cielo. Insemina<br />
la tierra. La página se colma <strong>de</strong> letras e<br />
imágenes coloridas. Es la temporada <strong>de</strong><br />
las revoluciones políticas y <strong>de</strong>l renuevo.<br />
Como la primavera, la revolución y la<br />
escritura prometen la resurrección <strong>de</strong> los<br />
muertos. El renacer en sazón propicia<br />
<strong>de</strong>l ser humano. Su antónimo, la ari<strong>de</strong>z<br />
también avanza al ritmo <strong>de</strong> las esferas<br />
celestes. La rige el sol quien marchita el<br />
retoño. La pulsión refulgente <strong>de</strong> sus rayos<br />
Sigue en página 5/