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EL XEROX PARC<br />
El Centro de Investigación de Palo Alto propiedad de la Xerox Corporation —conocido por sus siglas en inglés como Xerox<br />
PARC— había sido fundado en 1970 para crear un lugar de difusión de las ideas digitales. Se encontraba situado en un<br />
lugar seguro (para bien y para mal), a casi cinco mil kilómetros de la sede central de Xerox en Connecticut. Entre sus<br />
visionarios estaba el científico Alan Kay, que seguía dos grandes máximas también compartidas por Jobs: «<strong>La</strong> mejor forma<br />
de predecir el futuro es inventarlo» y «<strong>La</strong> gente que se toma en serio el software debería fabricar su propio hardware». Kay<br />
defendía la visión de un pequeño ordenador personal, bautizado como «Dynabook», que sería lo suficientemente sencil o<br />
como para ser utilizado por niños de cualquier edad. Así, los ingenieros del Xerox PARC comenzaron a desarrol ar gráficos<br />
sencil os que pudieran reemplazar todas las líneas de comandos e instrucciones de los sistemas operativos DOS,<br />
responsables de que las pantal as de los ordenadores resultaran tan intimidantes. <strong>La</strong> metáfora que se les ocurrió fue la de<br />
un escritorio. <strong>La</strong> pantal a contendría diferentes documentos y carpetas, y se podría utilizar un ratón para señalar y pulsar en<br />
la que se deseara utilizar.<br />
Esta interfaz gráfica de usuario resultaba posible gracias a otro concepto aplicado por primera vez en el Xerox PARC: la<br />
configuración en mapa de bits. Hasta<br />
entonces, la mayoría de los ordenadores utilizaban líneas de caracteres. Si pulsabas un botón del teclado, el ordenador<br />
generaba la letra correspondiente en la pantal a, normalmente en un color verde fosforescente sobre fondo oscuro. Como<br />
existe un número limitado de letras, números y símbolos, no hacía falta todo el código del ordenador o toda la energía del<br />
procesador para articular este modelo. En un sistema de mapa de bits, al contrario, todos y cada uno de los píxeles de la<br />
pantal a están controlados por bits de la memoria del ordenador. A la hora de mostrar cualquier elemento en la pantal a —<br />
como una letra, por ejemplo—, el ordenador tiene que decirle a cada píxel si tiene que estar encendido o apagado o, en el<br />
caso de las pantal as en color, de qué color debe ser. Este formato absorbe gran parte de la energía del ordenador, pero<br />
permite crear impresionantes gráficos y tipos de letra, así como sorprendentes imágenes.<br />
Los mapas de bits y las interfaces gráficas pasaron a integrarse en los prototipos de ordenadores del Xerox PARC, como<br />
en el caso del ordenador Alto y su<br />
lenguaje de programación orientado a objetos, el Smal talk. Jef Raskin estaba convencido de que aquel as características<br />
representaban el futuro de la informática, así que comenzó a presionar a Jobs y a otros compañeros de Apple para que<br />
fueran a echarle un vistazo al Xerox PARC.<br />
Raskin tenía un problema. Jobs lo consideraba un teórico insufrible o, por usar la terminología del propio Jobs, mucho más<br />
precisa, «un capul o inútil». Así pues, Raskin recurrió a su amigo Atkinson, quien se encontraba en lado opuesto de la<br />
división cosmológica de Jobs entre capul os y genios, para que lo convenciera de que se interesara por lo que estaba<br />
ocurriendo en el Xerox PARC. Lo que Raskin no sabía es que Jobs estaba tratando, por su cuenta, de l egar a un acuerdo<br />
más complejo. El departamento de capital riesgo de Xerox quería participar en la segunda ronda de financiación de Apple<br />
durante el verano de 1979. Jobs realizó una oferta: «Os dejaré invertir un mil ón de dólares en Apple si vosotros levantáis el<br />
telón y nos mostráis lo que tenéis en el PARC». Xerox aceptó. Accedieron a enseñarle a Apple su nueva tecnología y a<br />
cambio pudieron comprar 100.000 acciones por unos 10 dólares cada una.<br />
Para cuando Apple salió a Bolsa un año después, el mil ón de dólares en acciones de Xerox había alcanzado un valor de<br />
17,6 mil ones de dólares. Sin embargo,<br />
Apple se l evó la mejor parte en aquel trato. Jobs y sus compañeros fueron a conocer la tecnología del Xerox PARC en<br />
diciembre de 1979 y, cuando Jobs insistió en que no le habían mostrado lo suficiente, consiguió una presentación todavía<br />
más completa unos días más tarde. <strong>La</strong>rry Tesler fue uno de los científicos de Xerox a los que les correspondió preparar las<br />
presentaciones, y estuvo encantado de poder exhibir un trabajo que sus jefes de la Costa Este nunca habían parecido<br />
valorar. Sin embargo, la otra responsable de la exposición, Adele Goldberg, quedó horrorizada al ver cómo su compañía<br />
parecía dispuesta a desprenderse de sus joyas de la corona. «Era un movimiento increíblemente estúpido, completamente<br />
absurdo, y yo luché para evitar que Jobs recibiera demasiada información de cualquiera de los temas», afirmó.<br />
Goldberg se salió con la suya en la primera reunión. Jobs, Raskin y el jefe del equipo de Lisa, John Couch, fueron<br />
conducidos al vestíbulo principal, donde habían<br />
instalado un ordenador Xerox Alto. «Era una presentación muy controlada de unas cuantas aplicaciones, principalmente del<br />
procesador de textos», recordaba<br />
Goldberg. Jobs no quedó satisfecho y l amó a la sede central de Xerox exigiendo más.<br />
Lo invitaron a regresar pasados unos días, y en esa ocasión l evó consigo una comitiva mayor que incluía a Bil Atkinson y<br />
Bruce Horn, un programador de Apple que había trabajado en el Xerox PARC. Ambos sabían lo que debían buscar.<br />
«Cuando l egué a trabajar había un gran alboroto. Me dijeron que Jobs y un grupo de sus programadores se encontraban<br />
en la sala de reuniones», contó Goldberg. Uno de sus ingenieros estaba tratando de entretenerlos con más muestras del<br />
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