after dark
lo de menos. Total, un love-ho es un lugar donde las parejas van a hacerlo y, mientras haya una cama y un baño, la verdad es que puede llamarse como le dé la gana. Con que tenga un nombre, basta. ¿Por qué lo preguntas? -Porque una de mis películas favoritas se llama Alphaville. Es de Jean-Luc Godard. -No me suena de nada. -Es una película francesa bastante antigua. De los años sesenta. -Pues el jefe debió de sacarlo de ahí. Cuando lo vea se lo preguntaré. ¿Y qué significa eso de Alphaville? -Es el nombre de una ciudad imaginaria del futuro –dice Mari-. Una ciudad que está en la Vía Láctea. -O sea, que es una película de ciencia ficción. Como La guerrra de las galaxias. -No, no tiene nada que ver. Ésta no tiene efectos especiales, ni acción… Es un poco difícil de explicar. Es una película conceptual. En blanco y negro, con muchos diálogos. Una de esas de arte y ensayo. -¿Una película conceptual? ¿Y eso qué es? -Mira, por ejemplo, en Alphaville, a las personas que lloran las arrestan y las ejecutan en público. -¿Y eso por qué? Porque en Alphaville no está permitido tener sentimientos profundos. No existen cosas como el amor. Tampoco existen las contradicciones ni la ironía. Allí todas las cosas se procesan mediante la aplicación de fórmulas matemáticas. Kaoru frunce el entrecejo. -¿Ironía? -Es cuando una persona se observa a sí misma, o algo que está relacionado con ella, con mirada objetiva, o también desde el punto de vista contrario, y encuentra su vertiente cómica. Kaoru reflexiona un poco sobre la explicación de Mari. -No acabo de entenderlo. Pero, bueno. ¿En Alphaville existía el sexo? -Sí, el sexo sí existía. -¿Un sexo que no necesitaba ni ironía ni amor? Sí. Kaoru ríe divertida. -Pues, entonces, el nombre le va al pelo a un lo-ve-ho. Entra un cliente de mediana edad, bajito, muy bien vestido, se sienta a la barra, pide un cóctel y empieza a hablar en voz baja con el barman. Parece un
cliente habitual. El asiento de siempre, la bebida de siempre. Una de esas personas difíciles de clasificar que pueblan la ciudad de madrugada. -Antes practicabas lucha libre femenina, ¿verdad? –pregunta Mari. -Sí, durante un montón de tiempo. Era fuerte, grande y aguantaba bien en las peleas. Me reclutaron en el instituto, empecé enseguida y, desde entonces, me especialicé en el papel de chica mala. Me teñí el pelo de rubio chillón, me afeité las cejas, hasta me tatué un escorpión de color rojo en el hombro. Salía de vez en cuando por la tele y todo. Fui a luchar a Hong-Kong y a Taiwán. Incluso tenía un club de fans en mi pueblo. Pequeño, eso sí. Tú no ves lucha libre femenina, ¿verdad? -Hasta el momento no. -No creas, tampoco es una buena manera de ganarse la vida. Al final, se me jodió la espalda y me retiré a los veintinueve años. Yo, luchando, iba a por todas, ¿sabes? Y acabé hecha polvo. Lógico. Por muy fuerte que seas, todo tiene un límite. A mí, por naturaleza, no me van las medias tintas. No sé si es que soy demasiado servicial o qué, pera, en cuanto oía a la gente desgañitándose, me lo tomaba muy a pecho y hacía más de la cuenta. Y así estoy ahora. A la que llueve unos cuantos días seguidos, me muero del dolor de espalda. Lo único que puedo hacer es tenderme y quedarme quieta. Patético. – Kaoru gira el cuello con una serie de crujidos-. Cuando era famosa y ganaba pasta, había un montón de gente pululando a mi alrededor, pero en cuanto lo dejé, i se acabó! No me quedó nada de nada. Que a mis padres les hiciera una casa en el pueblo, en Yamagata, pues es lo normal. Lo que debe hacer una buena hija. Pero luego, entre devolver las deudas de juego de mi hermano pequeño y que unos parientes que apenas conocía se aprovecharon de mí, aparte de las inversiones de pacotilla en las que me metió un tipo del banco, se me fue todo el dinero. En aquella época agarré una depresión que no veas. «¿Qué diablos he estado haciendo durante estos diez años?», me decía a mí misma. Me estaba acercando a los treinta, tenía el cuerpo hecho polvo y no me quedaba ni un céntimo en el banco. No sabía qué iba a ser de mí en el futuro. Fue entonces cuando, gracias al enchufe de un tipo del club de fans, mi jefe de ahora me propuso que trabajara como encargada en el love-ho. Bueno, encargada, lo que se dice encargada… Como puedes ver, hago medio de gorila. Kaoru se bebe de un trago la cerveza que le queda y mira el reloj de pulsera. -¿No tendrías que volver al trabajo? -pregunta Mari. -El love-ho, a estas horas, es cuando más tranquilo está. Como ya no circulan
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Godard.<br />
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-O sea, que es una película de ciencia ficción. Como La guerrra de las galaxias.<br />
-No, no tiene nada que ver. Ésta no tiene efectos especiales, ni acción… Es<br />
un poco difícil de explicar. Es una película conceptual. En blanco y negro, con<br />
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-Mira, por ejemplo, en Alphaville, a las personas que lloran las arrestan y las<br />
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Porque en Alphaville no está permitido tener sentimientos profundos. No<br />
existen cosas como el amor. Tampoco existen las contradicciones ni la ironía.<br />
Allí todas las cosas se procesan mediante la aplicación de fórmulas<br />
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Kaoru frunce el entrecejo.<br />
-¿Ironía?<br />
-Es cuando una persona se observa a sí misma, o algo que está relacionado<br />
con ella, con mirada objetiva, o también desde el punto de vista contrario, y encuentra<br />
su vertiente cómica.<br />
Kaoru reflexiona un poco sobre la explicación de Mari.<br />
-No acabo de entenderlo. Pero, bueno. ¿En Alphaville existía el sexo?<br />
-Sí, el sexo sí existía.<br />
-¿Un sexo que no necesitaba ni ironía ni amor?<br />
Sí.<br />
Kaoru ríe divertida.<br />
-Pues, entonces, el nombre le va al pelo a un lo-ve-ho.<br />
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