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after dark

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dear de una forma casi imperceptible. ¿Ha entrado alguien en la habitación sin<br />

que nos diésemos cuenta y ha encendido el televisor? ¿Se ha puesto en marcha<br />

el temporizador para grabar? No, ni una cosa ni otra. Con astucia, la cámara<br />

rodea el aparato y nos muestra que está desenchufado. Sí, el televisor debería estar<br />

muerto. Debería respetar el silencio, duro y frío, de la medianoche.<br />

Lógicamente. Teóricamente. Pero no está muerto.<br />

En la pantalla aparecen líneas de exploración, oscilan, se borran. Luego<br />

aparecen de nuevo. El crepitar de parásitos se sucede sin interrupción. Pronto<br />

comienza a proyectarse algo en la pantalla. Una imagen empieza a cobrar<br />

forma. Sin embargo, poco después se inclina, como la letra cursiva, y<br />

desaparece igual que una llama apagada de un soplo. Luego vuelve a repetirse<br />

todo el proceso desde el principio. La imagen emerge como si hiciera acopio<br />

de todas sus fuerzas. Ese algo que hay allí intenta materializarse. Pero la imagen<br />

no logra cobrar forma. Se distorsiona como si la antena receptora fuera<br />

sacudida por un fuerte viento. El mensaje se fragmenta, los contornos se desdibujan<br />

y se disgregan. La cámara nos transmite cada fase del conflicto, de<br />

principio a fin.<br />

La mujer dormida parece ajena a los extraordinarios sucesos que se<br />

producen en el interior del cuarto. Tampoco muestra reacción alguna frente a<br />

los indiscretos sonidos y luces que emite el televisor. Sencillamente, continúa<br />

durmiendo en silencio dentro de aquella perfección inmutable. De momento,<br />

nada perturba su profundo sueño. La televisión es un nuevo intruso en ese<br />

lugar. También nosotros somos intrusos, por supuesto. Pero, a diferencia de<br />

nosotros, la nueva intrusa no es silenciosa, ni transparente. Tampoco es<br />

neutral. Ella, sin lugar a dudas, pretende intervenir. Nosotros percibimos<br />

intuitivamente sus propósitos.<br />

La imagen de la televisión aparece y desaparece, pero se va estabilizando de<br />

forma progresiva. En la pantalla se proyecta ahora el interior de una habitación.<br />

Una habitación bastante amplia. Parece una sala de un edificio de oficinas.<br />

También parece un aula. Con una enorme ventana de cristal y muchos<br />

fluorescentes alineándose en el techo. Pero no hay ni rastro de muebles. No, al<br />

observar con atención aparece una única silla en mitad de la estancia. Una vieja<br />

silla de madera con respaldo pero sin brazos. Una silla sencilla, funcional. En<br />

ella hay alguien sentado. La imagen aún no está bien definida, de modo que la<br />

figura del individuo que la ocupa no es más que una silueta desdibujada de<br />

contornos imprecisos. En la estancia flota el aire gélido de los lugares

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