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“quécher” por “gorrero” (el que se autoinvita) y “pasarle o meterle un “strike” por “engañar”; “sorprender” o “plantear algo difícil”. El vocabulario del béisbol adquiere un sentido muy original en el diario vivir del venezolano. Ese vocabulario plasma lo esencial de la vida de éste; espejo de sus actividades cotidianas o trascendentes, cómo él concibe el amor, las relaciones entre amigos, entre otras maneras únicas de asimilar la realidad. Él siempre percibe el mundo con los ojos risueños de un jugador de béisbol, con triunfos y desaciertos, con victorias y fracasos, con alegrías y dificultades. Una revolución cultural llamada internet A diario, columnistas, periodistas, estudiosos del lenguaje, educadores, entre otros grupos, muestran intolerancia hacia las palabras que provienen de otras lenguas, o préstamos, tal es el caso que se presenta en estos momentos con internet. Los puristas del lenguaje olvidan que muchos vocablos, de origen francés, ya incorporados en el idioma español, como buqué por “aroma”, plus café por “bajativo” y bufet por “banquete”, en el pasado, han sido sancionados y considerados de mal gusto, entre la gente bien educada. También en las Academias de la Lengua y en los diccionarios existe cierta apatía hacia el registro de los préstamos, como también desagrado hacia los vocablos formados según los patrones gramaticales de la propia lengua (“contesta” por “contestación”, “desespero” por “desesperación” y “desarrollador” por “el que desarrolla una actividad”). 36
La incorporación de voces que, por ejemplo, provienen del inglés y del francés, al igual que los procesos de derivación y composición (“competición” por “competencia” y “bonitura” por “lindura”), son cambios necesarios, y no nocivos, para la preservación del lenguaje, que es reflejo del hombre, de su pensamiento y de su modo de adaptarse a la realidad. En el español actual de Venezuela, como se sabe, los préstamos, provienen en su mayoría del inglés, y en este momento, sobre todo, a través de internet, como email por “correo electrónico”, deletear (de delete) por “suprimir”, y password por “contraseña”. Siguiendo la ideas de Ángel Rosenblat, esta situación no debería extrañarnos, casi todos los objetos nos vienen de Estados Unidos, desde un simple enlatado hasta lo último que la tecnología puede ofrecernos. En cambio, en el siglo XIX, todas las actividades y cosas consideradas de buen gusto tenían nombres del francés, de ahí palabras como cabaret, champagne, corsé y brasier. Ahora, se habla de pool, cock- tail, body y push up. El caso de internet ha despertado pánico en las mentes conservadoras de la lengua, porque a través de este medio, de manera tempestiva, aparecen una serie de palabras del inglés, o anglicismos, que comenzamos a incorporar en nuestra habla, de manera mecánica. Esto se debe a dos razones. La primera, la presencia de este medio, en nuestra comunidad, es relativamente reciente. Por lo tanto, hay un vacío de palabras para designar todas las actividades que trae consigo el mundo globalizado. 37
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“quécher” por “gorrero” (el que se autoinvita) y “pasarle o<br />
meterle un “strike” por “engañar”; “sorprender” o “plantear<br />
algo difícil”.<br />
El vocabulario del béisbol adquiere un sentido<br />
muy original en el diario vivir del <strong>venezolano</strong>. Ese vocabulario<br />
plasma lo esencial de la vida de éste; espejo de sus actividades<br />
cotidianas o trascendentes, cómo él concibe el amor,<br />
las relaciones entre amigos, entre otras maneras únicas de<br />
asimilar la realidad. Él siempre percibe el mundo con los<br />
ojos risueños de un jugador de béisbol, con triunfos y desaciertos,<br />
con victorias y fracasos, con alegrías y dificultades.<br />
Una revolución cultural llamada internet<br />
A diario, columnistas, periodistas, estudiosos del lenguaje,<br />
educadores, entre otros grupos, muestran intolerancia<br />
hacia las palabras que provienen de otras lenguas, o préstamos,<br />
tal es el caso que se presenta en estos momentos<br />
con internet.<br />
Los puristas del lenguaje olvidan que muchos<br />
vocablos, de origen francés, ya incorporados en el idioma<br />
español, como buqué por “aroma”, plus café por “bajativo”<br />
y bufet por “banquete”, en el pasado, han sido sancionados<br />
y considerados de mal gusto, entre la gente bien educada.<br />
También en las Academias de la Lengua y en los diccionarios<br />
existe cierta apatía hacia el registro de los préstamos,<br />
como también desagrado hacia los vocablos formados según<br />
los patrones gramaticales de la propia lengua (“contesta”<br />
por “contestación”, “desespero” por “desesperación” y<br />
“desarrollador” por “el que desarrolla una actividad”).<br />
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