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Toda aquella experiencia me dejó pensando en<br />
Octavio Paz y su certera reflexión ““El mexicano<br />
frecuenta a la muerte, la burla, la acaricia, duerme<br />
con ella, la festeja, es uno de sus juguetes favoritos<br />
y su amor permanente”. Me parece completamente<br />
acertado y ¡qué admirable cultura capaz de festejar<br />
un proceso tan doloroso y pesado como el duelo que,<br />
además, soporta con liviandad la naturaleza del ser!<br />
Es por lo anterior que no tardé en llenar a tope una<br />
bolsa con aquellas deliciosas golosinas y me dirigí<br />
entusiasmada a mi pequeño nido de caramelos y brujas<br />
para colocarlas por doquier y…comerlas ¿por qué no?<br />
Una vez instalada en la tapicería borgoña de<br />
mi lar, investigué más de esta significativa y<br />
preciosa tradición. Les cuento lo que encontré<br />
esperando a ustedes les parezca tan valioso como a mí.<br />
Todo inició con las culturas mesoamericanas, quienes<br />
solían levantar un altar llamado “tzompantli” como<br />
ofrenda a la muerte y por consiguiente, al Señor del<br />
inframundo y los muertos, Mictlantecuhtli. Ellos<br />
pensaban que la muerte era una etapa de la vida y<br />
que no era el fin, así que colocaban cráneos en este<br />
altar como signo de orgullo, pues aquellas personas<br />
habían concluido la etapa de la vida para<br />
continuar su trayecto … ahora bien, las culturas<br />
mesoamericanas tenían una manera muy fuerte de ver los<br />
asuntos esenciales del hombre, con esto quiero decir<br />
que a ellos no les causaba temor o escalofrío ver un<br />
cráneo real, yo diría que su madurez cultural les daba<br />
la fuerza para tratar con respeto y temple necesario<br />
las realidades, pero esto cambió con la llegada de los<br />
españoles quienes trajeron la religión católica en la<br />
cual sus tradiciones simplemente no eran bien vistas.<br />
Mis queridos confites sedientos de letras, les<br />
juro que nunca será mi objetivo hacer quedar<br />
mal a alguna religión o creencia, pero una vez<br />
más y con todo el respecto que se merecen mis<br />
gratos amigos, la religión católica terminó con la<br />
respetable perspectiva de los mesoamericanos<br />
pero como no les fue posible exterminar<br />
esta idea, se las cambiaron por representaciones<br />
mucho menos violentas y les enseñaron a<br />
hacer dulces en forma de los deliciosos cráneos que<br />
ahora tenemos en nuestras manos cada noviembre.<br />
Fascinante historia ¿no es así? ¿Ustedes qué<br />
opinan, mis endulzadas mentes? ¿Se imaginan<br />
en la actualidad con el cráneo seco de su tatarabuelo<br />
en el altar siendo un honorífico recuerdo?<br />
No sé ustedes, yo no lo veo tan mal y tengo<br />
la sensación de que a Shakespeare le gustaría<br />
esto. Como sea, lo hecho ya está en el pasado y<br />
ahora sólo puedo decir que lo bueno de esta historia<br />
ha sido la creativa golosina que nos ha dejado.<br />
Les mando muchos besos de azucarada muerte,<br />
María Antonieta.<br />
Fotos: Cortesía<br />
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