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Miguel Otero Silva

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—¡Bandida, hija de mala madre, te voy a desquiciar la dentadura<br />

por pérfida y calumniadora! –vocifera Rosa de Fuego, el marico<br />

más feo que ha inventado Dios, con ese pelo colorado de barbas de<br />

maíz y esa nariz papuda de zanahoria.<br />

—¡Atrévete conmigo y te sacaré las pupilas, malparida!<br />

–responde el alarido de Niña Isabel, el otro parguete, y le dispara<br />

un arañazo a la cara que va de veras y le escupe un salivazo verdoso<br />

que le deshonra la frente.<br />

El guardia vacila dos segundos, inicia el ademán de cerrar<br />

nuevamente el candado, se lo obstruye el cuerpo a Victorino<br />

caído entre convulsiones, la mitad fuera del calabozo, las piernas<br />

pataleando allá adentro como émbolos enloquecidos. El guardia<br />

lo deja morir de mengua y acude hecho un basilisco a reprimir<br />

el zipizape de los sodomitas. Lleva enarbolado un retaco garrote<br />

blanco, presto a descargarlo sin contemplaciones sobre las cabezas<br />

entigrecidas de ambos gladiadores<br />

Ahora le toca a ellas, estalla en las tinieblas del trasfondo el<br />

zafarrancho de las prostitutas, un contrapunto a cuatro voces,<br />

indescifrable porque las cuatro eructan al unísono el interminable<br />

catálogo de insolencias que han atesorado en su accidentada<br />

carrera, los nombres y sobrenombres de aquellas partes del cuerpo<br />

humano y de aquellas secreciones que intervienen en el acto sexual<br />

o en el remate de las funciones digestivas. Sus gritos son limones<br />

podridos que se estrellan contra las paredes de la cárcel. El guardia<br />

abre los brazos, desenfrenado:<br />

—¡A callarse, putas del carajo!<br />

Y abandona a su destino la reyerta de los sodomitas, galopa hacia<br />

las destempladas, apremia al pito furiosos chiflidos intermitentes,<br />

acuden en su refuerzo los cuatro guardias de la prevención,<br />

vienen toalla al pescuezo y peinilla en mano. Los cinco forajidos<br />

subalternos se coaligan para emprenderla a cintarazos contra las<br />

magdalenas indefensas.<br />

<strong>Miguel</strong> <strong>Otero</strong> <strong>Silva</strong><br />

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