I,nº9Fechadepublicación:4deMayo2012
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Enfoque orientativo en la transición de primaria a secundaria – Fátima Lorenzo Quintana –ISSN: 1989-9041, Autodidacta ©Solo tengo que concentrarme en clase y descansar o pasar el rato con mis amigas enel recreo. Pero no estoy tan segura de que todo en el instituto sean alegrías, haber loexplico, si no vas bien vestida se burlan, si sacas buenas notas se meten contigo¿pero qué pasa si tienes las manos como las orejas de Dumbo?Os lo contaré.Todo empezó a las 12:25 horas, al entrar en clase me contaron que había un chiconuevo, pero que no estaba en mi clase. Para mí, era solo una sugerencia o eso creía.Pronto se convirtió en todo un notición, decían que tenía manos enormes. Yosimplemente pasé del tema.Unos días después volvió el ajetreo pero yo solo quería ir a francés y terminar estedía.Todo era normal, me sentaba delante y atendía a la clase, me giré hacia atrás y “lo vi”a él, “al niño de las manos grandes”. Tenía unas manos hinchadas, rojas como unostomates ya maduros y los dedos parecían dos enormes salchichas asadas, con lasuñas mordidas y destrozadas. Me quedé de piedra, no podía parar de mirar, entoncesme volví hacía delante lo más rápido que pude.Cuando sonó el timbre salí como una bala, cuando iba de camino al patio pasó pordelante de mí tan rápido que parecía llevar mucha prisa, yo no me lo explicaba.Cuando llegué a la cristalera él estaba sentado en la rampa de camino hacia lacafetería. Todos se reían de él, le hacían burlas y le pegaban collejas. Se comía elbocadillo de una forma rara y las manos las ponía de una forma que me recordaba alas de una lagartija.Ya llegó el otoño y las hojas de los árboles del patio caían como las lágrimas de eseniño. Había días que no venía y en los que se encerraba en los cuartos de baño y nicomía. En clase, los niños le tiraban bolas de papel con los canutos de las pajitas desus zumos. Aun así me di cuenta de que tenía unas notas buenísimas: 10, 9, 8,9.25…, me quedé impresionada.Las primeras gotas del invierno le cayeron a él, cuando iba de camino a su casa, losniños que pasaban por su lado le tiraban piedras.Yo observaba todo esto porque hacía como de una espía (me encantaba jugar a eso).Empezó a venir con unos guantes de un tamaño poco normal. Eran de cuero por fueray con un suave terciopelo por dentro.122
Enfoque orientativo en la transición de primaria a secundaria – Fátima Lorenzo Quintana –ISSN: 1989-9041, Autodidacta ©Un día, decidí acercarme y hablar con él, lo fui a buscar al cuarto de baño y toqué lapuerta, y como no contestaba nadie, decidí entrar sin permiso (menciono que era elcuarto de baño de los niños). Abrí la puerta y estaba mirándose al espejo mientras selamentaba de haber pasado tanto sufrimiento seguido. Se dio cuenta de mi presenciay me miró. Se notaba en sus ojos brillantes de haber llorado un año entero. Sobre ellavabo, una magdalena con una pequeña nota en la que ponía: “No te preocupescariño, después de la tormenta sale el sol, Mamá”.Y le faltaba un mordisco. Me preguntó que quería y que si venía a pegarle o aburlarme de él, que empezase ya. Yo lo intenté tranquilizar porque ya se le caían laslágrimas. Le dije que él tenía que tener alguna afición o algún don. Él me contestó queno, era solo una desgracia. Le dije que me siguiera, subimos al piso de arriba y nossentamos en unas escaleras. Le convencí para que viniera conmigo y con mi pandillaesa misma tarde sobre las 7:30 horas.Fuimos mis amigas, los chicos y yo. Ellos se comprendieron muy bien, mientras quenosotras pensábamos en más amigos para él.Por cierto, ¿cómo se llamaba? El si se sabía todos nuestros nombres, pero nosotrosno.Cuando se lo pregunté me dijo:- “Me llamo…” No continuó y finalmente dijo con un tono fino de voz: “Mellamo Eric”.Me sorprendió su nombre, era bonito ERIC.Nos enseñó su casa, era grande y espaciosa, tenía de todo: PSP, Nintendo, Wii y unpatio enorme con columpios y toboganes. Entramos en su cuarto y nos sentamos, sumadre estaba muy contenta y llena de alegría, nos trajo galletas, dulces, pasteles, yunos deliciosos batidos de todos los sabores.A últimos de invierno ya tenía un montón de amigos. Pero siempre quedará un trozode su corazón roto y pisoteado. Sin embargo, como un buen libro siempre debe tenerun buen final……LO PEGÓ CON UN POCO DE PEGAMENTO.Al comienzo, sus primeras palabras despiertan dudas o incógnitas acerca de cómo, uninfantil de doce años de edad, puede interpretar o asimilar el paso del colegio al123
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