Vol. XXXVIII / 1 - Studia Moralia
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LA TRINIDAD: ORIGEN Y META DE LA MORAL CRISTIANA 81<br />
curriendo la hermosura de las edades del mundo, cuyas partículas<br />
son aptas cada una a su tiempo, como un gran cántico de un<br />
inefable artista, para que los que adoran dignamente a Dios<br />
pasen a la contemplación eterna de la hermosura aun mientras<br />
dura el tiempo de la fe” 54 . “Dios no permite que vayan pasando<br />
con mayor prisa o lentitud que la exigida por una modulación<br />
prevista y predeterminada los espacios temporales en esas naturalezas<br />
que nacen o mueren” 55 .<br />
Para san Agustín, la moral cristiana es una participación de<br />
la belleza de Dios. Teniendo de fondo la anámnesis platónica,<br />
comprende el sentido moral como un recuerdo y una llamada de<br />
la primera Hermosura: “¿Qué hay que pueda servir al alma de<br />
recordatorio de la primera Hermosura abandonada, cuando sus<br />
mismos vicios le aguijan a ello?” 56 .<br />
La búsqueda de Dios es un camino hacia la Hermosura:<br />
“era arrebatado hacia Ti por tu hermosura” 57 . Una vez encontrada,<br />
surge la pena del tiempo perdido fuera de ella: “tarde te amé<br />
belleza tan antigua y tan nueva, tarde te amé” 58 .<br />
Esta comprensión de la moral, y de la vida cristiana en general,<br />
en clave de belleza, aunque tiene en san Agustín un exponente<br />
cualificado, es una visión compartida con otros Padres de<br />
la Iglesia, con otros teólogos y, sobre todo, con los místicos. La<br />
expresión literaria más perfecta de la atracción del alma hacia la<br />
Belleza absoluta se encuentra en san Juan de la Cruz: “descubre<br />
tu presencia,/ y máteme tu vista y hermosura;/ mira que la dolencia/<br />
de amor, que no se cura/ sino con la presencia y la figura” 59 .<br />
Conviene anotar que para san Agustín la consideración de la<br />
moral como belleza no le lleva a desentenderse de las injusticias<br />
y, en general, del mal moral. Por el contrario, san Agustín da un<br />
relieve especial a la necesidad de “dolerse de la injustucia ajena<br />
y del pecado”, dolor que será en nosotros tanto mayor cuanto<br />
54<br />
Epist. 138, 1, 5: l. c., 129.<br />
55<br />
Epist. 166, 5, 13: l. c., 479.<br />
56<br />
De vera religione, 39, 72: l. c., 158.<br />
57<br />
Confesiones, VII, 7, 23 (“rapiebar ad Te decore tuo”).<br />
58<br />
Ibid., X, 27, 38 (“sero te amavi, pulchritudo tam antiqua et tam nova,<br />
sero te amavi”).<br />
59<br />
Cántico B, estrofa 11.