Vol. XXXVIII / 1 - Studia Moralia
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156 J. SILVIO BOTERO GIRALDO la teología escolástica y de la legislación eclesial del segundo milenio fue la de declarar “no se puede” 40 tolerar ninguna solución al fracaso matrimonial, a no ser las que el derecho de la iglesia ha establecido (declaración de nulidad del matrimonio en sus diversas modalidades). Por esta razón, mientras los Padres fueron más condescendientes con las dificultades de la pareja manteniendo en pie el compromiso de fidelidad, la Escolástica y la teología postridentina fueron más severas e intransigentes. La condescendencia o misericordia, que caracterizó la acción pastoral de algunos de los Padres de la Iglesia y que había desaparecido casi por completo durante el segundo milenio, a raíz del pontificado de Juan XXIII 41 , del Vaticano II y del pontificado de Pablo VI 42 , ha regresado al panorama eclesial. El Sínodo de obispos sobre la familia (1980) se pronunció, en una de las 43 proposiciones enviadas al Papa para la elaboración de la Exhortación postsinodal Familiaris consortio, a favor del restablecimiento de la benignidad dentro de la acción pastoral de la iglesia: “movido por la solicitud pastoral en favor de aquellos fieles (se refiere a los divorciados vueltos a casar) el sínodo espera que se ponga en acto una nueva y profunda investigación que tenga en cuenta la praxis de las iglesias orientales con el objetivo de hacer efectiva la misericordia pastoral” 43 . La historia de la teología moral dentro de la iglesia católica está viviendo un nuevo período. A las tendencias que hemos conocido, en la época de los Padres hacia la benignidad, la orientación de la teología en la época de la Escolástica y del pos- Trento hacia una cierta severidad, ahora, después de Vaticano II se insinúa un volver a las fuentes y un “reformular las normas 40 Cfr. G. CERETI, Matrimonio e indissolubilità. Nuove prospettive, EDB., 1971, 236; E. SCHILLEBEECKX, Il matrimonio realtà terrena e mistero di salvezza, Paoline, Roma 1980, 260-261. 41 Cfr. G. ALBERIGO, “La miséricorde chez Jean XXIII”, Le Supplement 146 (1992) 201-215. 42 El pontificado de Pablo VI es célebre en este aspecto por sus alocuciones a la Rota Romana (29 enero, 1970 y 8 Febrero 1973) sobre la necesidad de recuperar dentro de la jurisprudencia de la iglesia la “equidad canónica” entendida como “justitia dulcore misericordiae temperata”. 43 Cfr. SINODO DEI VESCOVI SULLA FAMIGLIA, “Le 43 proposizioni”, Il Regnodoc. 26 (1981) 386-397. Ver propos. n. 14,6.
EL ‘FRACASO CONYUGAL’ EN UNA NUEVA PERSPECTIVA 157 morales universales”, como sugiere Juan Pablo II (VS. n. 53). La realidad del fracaso conyugal no es ajena al plan salvífico de Dios y a su prolongación en la acción de la iglesia; este hecho nos debe sensibilizar pues, como afirma la GS. (n. 1), “nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en el corazón de Cristo”. El fracaso de las parejas se manifiesta con una doble cara: de una parte revela la fidelidad divina que permanece en pie como oferta de salvación; de otra parte, revela la miseria humana tan necesitada de la paciencia divina y humana. KASPER, como otros teólogos, ha intentado integrar en la proyección de una posible solución el ideal evangélico de la fidelidad ejemplar de Cristo con la situación histórico-concreta del hombre pecador: “la iglesia post-pascual hubo de elaborar constantemente con la ayuda del Espíritu de Jesús que le había sido otorgado, nuevos ordenamientos en los que, por una parte, se salvaguardase en toda su plenitud la exigencia escatológica de Jesús y, por otra, se tuviese en cuenta la situación concreta” 44 . Cristo resucitado conserva las huellas de la crucifixión por muchas razones; una de ellas porque quiere enseñarnos a sacar provecho del mal, o como escribe KASPER, “porque a menudo Dios escribe recto con líneas torcidas”. Es el mismo KASPER quien explota la imagen de las ‘cicatrices’: “la culpa produce una herida que no desaparece sin más, pero las heridas pueden cicatrizar. Esas cicatrices son marcas permanentes que de tiempo en tiempo pueden volver a doler; pero que permiten un modo de pervivencia que, a pesar de todos sus inconvenientes, puede llegar a plenificar humanamente y aun a hacer madurar humanamente por el dolor” 45 . La pareja humana desde la más remota antigüedad ha debido luchar por salvar su vocación a la fidelidad-indisolubilidad 46 . En nuestro tiempo se hace particularmente difícil porque, además de la lucha interna que sufre el ser humano por superar 44 W. KASPER, Teología del matrimonio cristiano..., 72. 45 W. KASPER, Teología del matrimonio cristiano..., 95. 46 Cfr. J. S. BOTERO G., “De la indisolubilidad a la fidelidad. De la fidelidad a la indisolubilidad. Una nueva perspectiva”, Anales Valentinos 24/47 (1998) 203-222; ID., Divorciados vueltos a casar. Un problema humano, una tradición eclesial, una perspectiva de futuro, San Pablo, Bogotá 1999.
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EL ‘FRACASO CONYUGAL’ EN UNA NUEVA PERSPECTIVA 157<br />
morales universales”, como sugiere Juan Pablo II (VS. n. 53).<br />
La realidad del fracaso conyugal no es ajena al plan salvífico<br />
de Dios y a su prolongación en la acción de la iglesia; este hecho<br />
nos debe sensibilizar pues, como afirma la GS. (n. 1), “nada hay<br />
verdaderamente humano que no encuentre eco en el corazón de<br />
Cristo”. El fracaso de las parejas se manifiesta con una doble<br />
cara: de una parte revela la fidelidad divina que permanece en<br />
pie como oferta de salvación; de otra parte, revela la miseria<br />
humana tan necesitada de la paciencia divina y humana.<br />
KASPER, como otros teólogos, ha intentado integrar en la<br />
proyección de una posible solución el ideal evangélico de la fidelidad<br />
ejemplar de Cristo con la situación histórico-concreta del<br />
hombre pecador: “la iglesia post-pascual hubo de elaborar constantemente<br />
con la ayuda del Espíritu de Jesús que le había sido<br />
otorgado, nuevos ordenamientos en los que, por una parte, se<br />
salvaguardase en toda su plenitud la exigencia escatológica de<br />
Jesús y, por otra, se tuviese en cuenta la situación concreta” 44 .<br />
Cristo resucitado conserva las huellas de la crucifixión por<br />
muchas razones; una de ellas porque quiere enseñarnos a sacar<br />
provecho del mal, o como escribe KASPER, “porque a menudo<br />
Dios escribe recto con líneas torcidas”. Es el mismo KASPER<br />
quien explota la imagen de las ‘cicatrices’: “la culpa produce una<br />
herida que no desaparece sin más, pero las heridas pueden cicatrizar.<br />
Esas cicatrices son marcas permanentes que de tiempo en<br />
tiempo pueden volver a doler; pero que permiten un modo de<br />
pervivencia que, a pesar de todos sus inconvenientes, puede llegar<br />
a plenificar humanamente y aun a hacer madurar humanamente<br />
por el dolor” 45 .<br />
La pareja humana desde la más remota antigüedad ha debido<br />
luchar por salvar su vocación a la fidelidad-indisolubilidad 46 .<br />
En nuestro tiempo se hace particularmente difícil porque,<br />
además de la lucha interna que sufre el ser humano por superar<br />
44<br />
W. KASPER, Teología del matrimonio cristiano..., 72.<br />
45<br />
W. KASPER, Teología del matrimonio cristiano..., 95.<br />
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Cfr. J. S. BOTERO G., “De la indisolubilidad a la fidelidad. De la fidelidad<br />
a la indisolubilidad. Una nueva perspectiva”, Anales Valentinos 24/47<br />
(1998) 203-222; ID., Divorciados vueltos a casar. Un problema humano, una<br />
tradición eclesial, una perspectiva de futuro, San Pablo, Bogotá 1999.