Vol. XXXVIII / 1 - Studia Moralia

144 J. SILVIO BOTERO GIRALDO
tana de los medios de comunicación social para darse cuenta del
fenómeno cada vez más arrollador del divorcio (afectivo, de
hecho, legal), de las separaciones de pareja; basta curiosear la
abundante literatura que al presente se difunde, lo que revela
una preocupación generalizada en torno a este fenómeno; basta
preguntar a los abogados cuál es la fuente más pingüe de ingresos
que tienen ...
Si nos preguntamos por las causas del fracaso, las encontraremos
muy diversas: de una parte, ha caído el muro de la institución
que salvaguardaba el compromiso de pareja y la alianza
conyugal ha quedado a merced de la buena voluntad de los contrayentes
7 . De otra parte, el hombre-varón de nuestro tiempo
tiene miedo a compromisos definitivos 8 y la mujer se aprovecha
de la coyuntura de la liberación femenina para reivindicarse por
los siglos de dominio machista de que fue víctima.
La mentalidad postmodernista que prevalece entre las generaciones
jóvenes contribuye en forma eficaz a multiplicar las
cifras de parejas fracasadas. Los signos de la postmodernidad no
pueden menos que favorecer este fenómeno: frente a lo absoluto
de la modernidad prevalece lo relativo de la postmodernidad;
frente al esfuerzo que se inculcaba en otro tiempo, hoy se abre
espacio a lo fácil, lo ‘light’; frente a la atención que se daba al
pasado y al futuro, la postmodernidad solo mira al presente 9 ;
frente a lo objetivo de un pacto, de una palabra firme dada como
7
J. PARRA JUNQUERA alude al cambio que se operó en el matrimonio al
pasar de la institucionalización a la privatización del presente: “en la actualidad
esta necesidad de publicidad parece haber sido sustituida por la necesidad
de la privacidad. Para sentirse personalmente comprometido con la
pareja se desea que la unión sea privada, libre y sin papeles. De ahí el rechazo
a la mediación institucional...”, en “Cambios y tendencias en la familia
actual”, Icade 34 (1995) 34.
8
J. M. DÍAZ MORENO escribe que “un cierto miedo al compromiso perpetuo
que, al menos como proyecto de vida, entraña el matrimonio, es razonable.
Pero, hoy en determinados (y amplios) ambientes, predomina un miedo
que equivale a una práctica negación de todo compromiso permanente. Esto
lleva a que sea moneda de curso legal, en determinados sectores de nuestra
sociedad, tanto el cambio de pareja, a merced prácticamente, del sentimiento
o del deseo de nuevas experiencias”, en Razón y fe 236 (1997) 43-44.
9
E. GERVILLA, Postmodernidad y educación. Valores y cultura de los jóvenes,
Dykinson, Madrid 1993, 66.