Democracy Today.indb - Universidade do Minho

atomizadora que, desde el relativismo cultural, quiera legitimar alguna
forma de discurso multiculturalista de carácter formal, el cual, a la
postre, llega a legitimar paradójicamente los guetos comunitaristas.
Así pues, en oposición a un cosmopolitismo abstracto y racionalista de
origen ilustrado, Rougemont opta por otro discurso universalista que,
no obstante, mantiene su arraigo en las realidades concretas vividas
por la persona. Aquí se haya una voluntad de búsqueda constante de
la comunión humana, de relación intercultural feraz –diríamos en
terminología actual–, mediante la tensión flexible entre la unidad y la
diversidad. Encontramos, por tanto, una misma y sola actitud espiritual
y filosófica que se repite y atraviesa de forma similar los diferentes niveles
del pensamiento rougemontiano: desde la antropología personalista
y la política federalista hasta el fomento del ecumenismo cristiano e
incluso de un pionero “diálogo de las culturas” –diseño inicial, ya desde
comienzos del decenio de 1960 en medio del marco poco propicio de la
Guerra Fría, de lo que hoy se conoce como diálogo intercultural.
En quinto lugar, se evidencia, desde inicios de la década de 1970,
la confección de una ecología política de impronta personalista, colaborando
así en la génesis de la ecoética contemporánea. Próximo al
ecologismo humanista de Fritz Schumacher, el “ecologismo personalista”
de Rougemont constituye una resistencia contra la civilización
industrial moderna, contra la tecnocracia estatalista y el gigantismo
cuantitativo macroeconómico y, como no podría ser de otra manera,
contra su violencia destructiva del equilibrio medioambiental y del
hábitat natural de la persona. Hay aquí una llamada a la responsabilidad
solidaria y al cultivo de unas mejores condiciones cualitativas para la
vida humana, que, irremisiblemente, pasan por la revalorización de
lo pequeño y frugal.
Sobre estas perspectivas, promotoras de un desarrollo sostenible,
se engendra un patrón socioeconómico rougemontiano de carácter
autogestionario, ecoregionalista y federalista, bastante alejado del neoliberalismo
imperante hoy. Y de ahí surge el requerimiento a la unidad
de acción entre los movimientos ecologistas, regionalistas y federalistas
europeos, ya que los tres se encuentran vinculados, orgánicamente,
como rechazo a un mundo de opresiones uniformizadoras.
En sexto lugar, cabe enfatizar el reiterado talante utópico de la obra
de Denis de Rougemont, que radica en el uso de la razón práctica en
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DEMOCRACIA
GLOBAL, IDENTIDAD Y
RESPONSABILIDAD CÍVICA
DE LA CIUDADANÍA.
DIÁLOGOS ENTRE
SEYLA BENHABIB, EL
LIBERALISMO COMUNITARIO
Y EL FEDERALISMO
INTEGRAL DEL SIGLO XX
Joan Alfred Martínez i Seguí