cuentos de barro - DSpace Universidad Don Bosco

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—¡Nade juerte, chero, hay que salir!... —Voy nadando, oyó. ¿Quién babosos será ése que vino a jodernos? Una voz cercana se dejó oír tranquila y orientera: —Van nadando al contra, hijós. Laguna adentro siogan; síganme a yo. Aquella seguridá les dio confianza; y a nado e chucho buscaron el braciado del desconocido, que los guió, los guió, los guió hasta que asentaron jadeantes en el lodito mechudo de la orilla. Al tanteyo buscaron el monte y se tendieron a descansar. El negro Calistro estaba casi acalambrado por el yelo del agua. Quería preguntar al desconocido quién era, y darle las gracias; pero el juelgo se le atorzonaba en la garganta como un tapón y no podía hablar. Dejó al fin de pringar. Un vientecito brincador empezó a barrer el cielo. El sol logró meter un rayo dioro en la laguna, como carrizo en jícara, y empezó a beberse la cebada espumosa de aquella ñeblina. A las tres se vido clarito las dos rodillas prietas del volcán acurrucado allá en Oriente. Como enormes esponjas oscuras, fueron apareciendo las ramazones de los palos asomados a la playa. En el patio del rancho cercano, la tarraya colgada de una pértiga parecía la telaraña del callar, para coger moscas de ruido. 72 “Swim hard, buddy! We gotta get out! “I’m swimming’, man. What the hell came to fuck us up?” Nearby a voice was heard, quiet and orienting: “You’re swimmin’ against the tide, sons. If you keep goin’ you will drown, follow me.” The rescuer gave them confidence. And paddling doggy-style they sought the arm of the stranger, who guided them, guided them, guided them until they were settled, panting, on the mud of the shore. Blindly they had to feel their way around through the bushes and lay to rest. Calistro, the black man, felt cramped from the coldness of the water. He wanted to ask who the stranger was and thank him, but his breath was stuck in his throat like a stopper and he could not speak. It finally stopped raining. A jumpy wind began to sweep the sky. The sun managed to project a golden glimmer onto the pond, like reeds in a gourdtree, and started to drink up the frothy barley of that haze. At three o’clock they clearly saw the two black knees of the volcano nestled in the East. Looking onto the beach the branches of the trees, like enormous dark sponges, appeared. In the yard of the nearest shack, a castout net hung from a pole looked like a web of silence to catch flies of noise.
El negro Calistro y su compañero miraron curiosos al endeviduo neshnito 145 , que no lejos de ellos mostraba su espalda negra y angulosa de taburete viejo. Les bía sacado seguros, reuto y al mero punto de su propio rancho. Cuando el indio volvió su cara barboncita, cholca y sonriente, una exclamación de asombro brotó al unísono de sus labios: —¡Ño Vicente, el ciego!... —El mesmo, hijós. A nosotros los chocos nos encamina el estinto, un estinto más seguro que la bruja de los ductores, quiapunta siempre al Norte, según el decir... 73 Black Calistro and his partner looked curiously at the shabby man who had his dark and angular back turned towards them like an old stool. He had guided them safely, straight to his shack. When the peasant turned to face them, bearded, dirty and smiling, in unison, an exclamation of astonishment broke from their lips: “Señor Vincente, the blind man! “That’s me, sons. We, the blind, get around by using our instinct, an instinct more accurate than a compass of the doctors, which is said to always point towards the North… 145. cf. Ana Rojas’ “neido”: sick looking. See Campbell “nexnah”: sucio de ceniza, de polvo.
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Tales of Clay (Cuentos de Barro) A
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La literatura no es inocente; la tr
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Hasta el cacho-All the Way La petac
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TraNquera Como el alfarero de Iloba
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Ridgely, Robert S., and John A. Gwy
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Tilley, Virginia. Seeing Indians :
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