cuentos de barro - DSpace Universidad Don Bosco

la BruSquITa
El rancho de Polo quedaba allá donde
empieza a trepar el volcán, al pie de
unos caragos jloridos, al jaz de la vereda
que lleva onde Meterio Ramos, cerca
del cantón Guaruma. Entre pedrencos
morados, hecho con paja de arroz
y palma, el rancho miraba pa bajo,
pa bajo, por encima de los grandes
potreros del Derrumbadero, hasta el río
Guachote quiba haciendo así, así, hasta
perderse en la montaña. Encorralado en
un requiebre, entre cocos y platanares,
estaba el pueblo. Eran todas las casitas
blancas y estaban echadas con los
ojos abiertos. Como ganado arisco
en desparpajo, iban allá los cerros
atrompesándose unos con otros, o
encaramándose al dir de brama.
La señá Manuela, la partera, dejó el
guacal de café en la hornilla apagada,
sobre el polvito azul de la ceniza, y con
un palito encendido prendió la cabuya
de su cigarro. Con un ojo apagado
por el humo, le dijo a Polo para cerrar
plática:
—Ve vos, yo sé lo que te digo: nuai más
dolor quel de parir...
Polo asintió, con sencilla nobleza de
irnorante. Se despidió la vieja y se fue;
125. Cassia grandis: “stinking toe tree.”
126. Hornilla: a combination of brick oven and grill usually kept inside
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SHe aIN’T No
flooZY
Polo’s shack was located where the
volcano begins to rise, nestled among
flowering carao tree 125 and purple
boulders. It was right off a path that
takes you to the house of Meterio
Ramos, near the Guaruma hamlet.
The shack, contructed of palm and
rice straw, was looking down, down,
over the Derrubadero pastures, with a
view all the way to the Guachote river
that meandered until it got lost in the
mountains. The town was corraled
within the curve of the river, between
coconut groves and plantain forrests.
All the houses were white, and their
windows looked like eyes wide open.
Like stubborn cattle, the hills were
bumbing against each other as if
humping in heat.
Señora Manuela, the midwife, left the
coffee pot on the hornilla 126 over the
blue ash embers. With a small burning
stick, she lit the butt of her cigarette.
Squinting with one eye, because of the
smoke, and to end her conversation
she told Polo:
“Ah know what ah tell ya, der ain’t no
pain like giving birth.”
Polo nodded, with the simple nobility of
the ignorant. The midwife bid farewell