cuentos de barro - DSpace Universidad Don Bosco

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Clavó una cruz de palo en un pilar y ordenó que se dejaran abiertas las puertas para que oreara, que se desenmontaran los contornos, que se cogieran las goteras, se plantaran flores en el suelo y se colgaran macetas de las vigas. Días después, el cura pudo ver la casa resucitada. El patio liso y barrido, las enredaderas trepándose por las paredes y las macetas colgadas de las vigas. Sonriente y gordo, palmeó en la espalda de Ulalio y le dijo: —¿Conque, embrujada, eh?... —¡No creya Padre, entuavía sioye un bisbiseyo!... 42 He nailed a wooden cross on a pillar, and ordered that the doors be left open so that the air would come in, and that the moldings be removed, the leaks be fixed, and flowers be planted in the flowerpots that hung from the beams. Days later, the priest was finally able to see the house resurrected. The patio cleared and swept, the ivy climbing on the walls, and flowerpots hanging from the beams. The smiling and chubby priest gave Ulalio a pat on the back as he said: “I thought you said it was haunted...” “Just you wait, Father. I can still hear bumps in the night...”
De PeSca Eran allá como las tres de la madrugada. La luna, de llena, lambía las sombras prietas en los montarrascales y en los manglares dormilones. El estero, lagunoso en su calma, era como un pedazo de espejo del día; del día ya roto. La playa lechosa, de cascajo crema, se dejaba espulgar por las suaves ondas espumíferas, que la brisa devanaba sin prisa. La isla, al otro lado del agua, se alargaba como una nube negra que flotara en aquel cielo diáfano, mitad cielo, mitad estero. Las estrellas pintaban en ambos cielos. El mar, a lo lejos, roncaba adormilado por la frescura del aire y la claridad del mundo. Un cordón de aves blancas pasó, silencioso y ondulante como una culebra de luna. De la mediagua oscura, salió a la playa un indio. Llevaba desnudo el torso, los calzones arremangados sobre las rodillas; se desperezaba, como queriendo echar al suelo el fardo del sueño. La arena, al ser hollada por lo anchos pies descalzos, mascaba el silencio. Miró las estrellas con los ojos fruncidos. Se espantó los mosquitos, miró el agua platera y regresó al rancho. —Son ya mero las tres, vos... ¿Nos vamos? 83. Covered with water 84. As in the biblical sense. See Matthew 5:13. 43 GoNe fISHING It was about three in the morning. The full moon licked the dark shaddows in the dry thorny bushes and in the trees in the sleepy mangrove swamp. The marsh, like a calm lagoon, reflected the broken day like a piece of mirror. The milky beach, with creamy pebbles, was being groomed83 by the smooth foamy waves blown by the gentle breeze. The island, on the other side of the water, elongated like a black cloud that floated in that clear sky; half sky, half marsh. The stars were painted on both skies. In the distance, the dozing sea was snoring lulled by the freshness of the air and the clarity of the world. A chain of white birds swooped by, silent and undulating like a moon snake. Leaving his dark porch, a peasant went out to the beach, shirtless and with his trousers rolled up. He was stretching, as if wanting to shed his bundle of sleepiness on the ground. The peasant’s wide barefoot feet scrunched84 through the sand and chewed up the silence. He squinted to gaze at the stars. Swatting the gnats away, he peered at the shimmering water and returned home. “It’s almost three, man... wanna go?”
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Pedrón se pegó más al tronco del
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El cipote se sentó en una piedra y
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En aquel tuco de cielo el sol metí
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El matador estuvo allí, fijo, mien
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el rumbo a los barcos de silencio c
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Ridgely, Robert S., and John A. Gwy
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Tilley, Virginia. Seeing Indians :
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The Voice of the Pipil The translat
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