cuentos de barro - DSpace Universidad Don Bosco

subido del lado de la sombra y, cuando
cumbrearon al jaz de la paré de adobe
de la casa del brujo, la luna los pintó
de yeso y de carbón. Rondaron la casa
hasta dar con la puerta de tablas, que
estaba cerrada, pero con luz en las
heridas. Felipe llamó, golpeando con el
dedo. La voz de Mujica se oyó friolenta
de vejez:
—Rempujá, Felipió...
Felipe empujó y entró, seguido de
Chema, quien llegaba aflegido a la vez
que curioso.
El brujo estaba sentado en una calavera
de vaca y envuelto en un perraje
colorado. Tenía por delante un hornillo,
sobre una mesita; y en él echaba, al
descuido, granitos de una resina que
jedía a cacho. Era consu mido y de ojos
ñublados, prieto como laja de dulce
amelcochado y con bigote gris en
las puntas de la boca. Al mirarle con
cuidado la nuca y las manos, parecía
como hecho de hule en bruto. Les
ofreció taburete.
—¿Qué les sirvo, muchá, la oración del
puro o el muñeco de cera?
Chema no comprendía. Felipe se puso
grave.
—Para éste —dijo con voz temblona—
la oración; para mí, una muñeca con
aljiler en el mero corazón.
175
shady side and when they reached the
summit the moon painted them with
coal and chalk on the side of the wall of
the adobe house of the sorcerer. They
walked around the house until they
found the wooden door. It was closed,
but with light emerged in the wounds.
Felipe knocked on the door with his
knuckles. Mujica’s voice, frozen with
age, answered:
“Push the door, Felipe.”
Felipe pushed and entered, followed by
Chema, who was nervous and curious
at the same time.
The sorcerer, seated on a cow’s skull,
was wrapped in a red shawl. In front
of him there was a small stove on a
small table. He put grains of resin that
smelled like a bull’s horn. The sorcerer
was very skinny with cloudy eyes, dark
like a piece of molasses candy. His gray
mustache trailed down the sides of his
mouth. Taking a closer look, he seemed
like made out of rough rubber. He
offered them stools.
“What would you like boys, the cigar
prayer or the wax figure?”
Chema did not understand. Felipe’s
voice turned grave.
“For this one,” he said with shaky voice
pointing at his brother “the prayer. For
me, a doll with pins stabbing right into
the heart.”